jueves, 22 de noviembre de 2012

Manuel Cruz celebra su sexagésimo aniversario con la publicación de un libro colectivo en su honor: 'Vivir para pensar. Ensayos en homenaje a Manuel Cruz'



Vivir para pensar.
Ensayos en homenaje a Manuel Cruz.
Josefina Birules, Antonio Gómez Ramos y Concha Roldán (ed.).
Introducción de Emilio Lledó.
Herder Editorial.
Formato: Rústica con solapas. 15.5 x 24.5 cm
464 páginas.
PVP: 24.90 €.
Fecha de publicación: 22 de octubre de 2012.

Si existe un nombre que ha desempeñado un papel activo en el debate filosófico español durante las últimas décadas, hasta el punto de darse un consenso generalizado al considerarlo como una de las voces más prestigiosas dentro y fuera de las barreras geográficas de nuestro país, ese es el de Manuel Cruz (Barcelona, 1951).

Ahora, con motivo de su sexagésimo aniversario llega Vivir para pensar, un libro homenaje coordinado por Fina Birulés, Antonio Gómez Ramos y Concha Roldán –ya señalaba Kant en sus reflexiones sobre antropología, afirman los editores de esta obra coral, que “la compañía es indispensable para el pensador”–, que cuenta con la colaboración de destacados pensadores como Victoria Camps, Daniel Innerarity, Gianni Vattimo, Javier Muguerza, Enzo Traverso o Beatriz Sarlo.

Con prólogo a cargo de Emilio Lledó, director de su tesis a finales de los años 70, los artículos que componen este volumen están organizados en distintos bloques de acuerdo a los ámbitos de reflexión de Manuel Cruz: el significado de la filosofía y el papel del filósofo («En qué repara el filósofo»), la cuestión del tiempo y de la memoria («La comprensión del pasado»), la política y la responsabilidad («La dificultad de vivir juntos») y, finalmente, la acción y el sujeto («Tiempo de subjetividad»).

Si bien es cierto que Manuel Cruz ha destacado como filósofo, profesor de filosofía y director de colecciones editoriales, su labor como colaborador en diferentes medios de comunicación le ha proporcionada una infrecuente popularidad. Según la profesora de Filosofía Contemporánea de la Universidad de Barcelona,  una de las mayores conocedoras de la obra de Hannah Arendt en nuestro país, Fina Birulés, “Manuel Cruz se ha tomado seriamente la difusión de la filosofía a través de los medios de comunicación. Frente a quienes consideran que el pensar filosófico es sólo para una minoría, Cruz ha mostrado que el filósofo se puede expresar a través de los medios sin rebajar la voluntad de hacerse preguntas”. De hecho, para Birulés, si bien tradicionalmente, “la filosofía había quedado encerrada en la universidad”, gracias a la labor del pensador barcelonés, “ha entrado en los medios de comunicación y con ellos ha llegado a la calle”. ¿La clave de su éxito?: “dar herramientas para pensar el presente con un lenguaje claro que no renuncia a la profundidad”.

Manuel Cruz, tras licenciarse en 1974 con una tesis de licenciatura dedicada a la figura de Louis Althusser (publicada en forma de libro bajo el título La crisis del stalinismo:
el “caso Althusser”) se doctoró en 1980 con una tesis sobre el concepto de naturaleza de Galileo a Marx (también publicada posteriormente como libro, titulado Por un naturalismo dialéctico). Profesor adjunto por oposición en 1984, desde 1986 es catedrático de Filosofía Contemporánea en la Universidad de Barcelona. De su obra compuesta por una veintena de libros (sin contar los volúmenes colectivos en los que ha actuado de compilador), destacan obras como Las malas pasadas del pasado (Premio Anagrama de Ensayo 2005); Amo, luego existo (Premio Espasa de Ensayo 2010) y Adiós, historia, adiós (Premio Jovellanos de Ensayo 2012).

Para Cruz la filosofía conserva un notable prestigio social. En el imaginario ranking de las humanidades, dice el protagonista de esta obra, “los filósofos forman parte de una cierta aristocracia simbólica”. Frente a la mal llamada “autoayuda”, está convencido de que lo que ha venido haciendo un cierto tipo de filosofía desde sus orígenes, de Sócrates a Cioran, pasando por Lucrecio, Séneca, Gracián, Pascal, Schopenhauer, entre otros muchos, ha sido intentar “proporcionar herramientas que ayudaran a los individuos a enfrentarse en condiciones a sus retos vitales, de forma que no resultaran aplastados por ellos”. Esta visión encaja muy bien con una de las definiciones de filosofía que encierra este libro que a finales del pasado mes de octubre puso Herder al alcance de los lectores y con el que queremos terminar esta entrada. En ella, quien alguna vez ha dicho que “Una vida que no dé que pensar es una vida desperdiciada, mal vivida”, concluye:
 “Acaso pudiera afirmarse que a lo que la filosofía aspira es a algo así como a ayudarnos a recuperar la extraña comprensión de las cosas que nos regaló la noche, en ese momento en el que fugazmente tuvimos la sensación de reconciliarnos con nuestras ideas, con nuestros sentimientos, con nuestra vida por entero, incluyendo ahí nuestras más flagrantes contradicciones, esas que, cuando amanezca, serán la fuente del grueso de nuestros conflictos en el mundo. La filosofía, en definitiva, nos ayuda a cumplir aquel designio del poeta: «Dios me libre de ver lo que está claro». No otro es el gran riesgo que nos invita a correr”

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