Antonio Muñoz Molina.
Galaxia Gutenberg.
PVP: 19,50 €.
Fecha de publicación: noviembre de 2012.
Pocos recuerdan ya que el primer libro
del escritor y académico Antonio Muñoz Molina, publicado en 1984, fue una
recopilación de artículos de prensa reunidos bajo el título El Robinson urbano,
o que antes de trabajar como funcionario durante un breve tiempo llegó a
emprender estudios de Historia del Arte en Granada.
Desde aquellos lejanos años –antes
incluso de que el de Úbeda debutara con su primera obra de ficción, Beatus
ille y de que al poco su posterior novela, El invierno en Lisboa, terminara
consagrándolo– la importancia que tanto el artículo literario, la columna o el
ensayo, así como la observación sobre la obra de arte, han jugado en la
trayectoria del autor de Beltenebros no resulta en absoluto desdeñable. Es más,
a juzgar por sus textos, cabe pensar que la influencia de ambos campos (con
frecuencia se ha mencionado la influencia también del cine), como fuente de
documentación o inspiración –inevitable pensar en El jinete polaco–pero como
germen también del estilo, ha sido más importante de lo que pudiera pensarse en
un primer momento. Todo, a la postre, es creación, literatura. Y todo, al fin y
al cabo, ha merecido por parte de Muñoz Molina la misma dedicación y entrega.
A lo largo de estas tres últimas décadas el
escritor jienense ha escrito muchos artículos, sobre los más variados temas.
Artículos de actualidad, urgentes, pero también de fondo, obteniendo incluso
por algunos de ellos premios tan importantes como el González Ruano o el
Mariano de Cavia. Probablemente si hiciéramos las cuentas, su producción de no
ficción sería más abultada que la suma de las páginas (escritas quizá ya sea otra
cosa) de cuento y novela que ha dado a la imprenta. Y entre sus constantes ha
ocupado un lugar destacado, junto a sus reflexiones sobre libros, literatura y
el oficio de escribir, el que le ha dedicado al terreno del arte. Fruto de esa
pasión diletante, “amateur” en el mejor sentido (a Ortega y Gasset le entusiasmaba
la posibilidad que con frecuencia se le presentaba de escribir sobre arte desde
la perspectiva de un mero “aficionado”: y menuda influencia que llegó a tener
el “neófito”) llega a las librerías este otoño El atrevimiento de mirar, una
colección de ensayos sobre la materia que se han ido escribiendo de manera
intermitente a lo largo de casi veinte años.
Muñoz Molina confiesa en estas páginas
que fue de Baudelaire y de Marcel Proust de quienes empezó aprendiendo a
escribir sobre arte, “intentando usar las palabras como una lente de aumento
para mirar mejor lo que se tiene delante de los ojos, en los cuadros y también
en la realidad”. Más tarde descubriría al inevitable y recientemente desaparecido Robert Hugues, cuya
“apasionada claridad” quiso tomar como modelo y, por supuesto, a otros grandes
maestros de la historia del arte y de las ideas estéticas como Pierre Francastel, Giulio Carlo Argan, Erwin Panofsky o E. Gombrich , quienes le
ayudaron “a mirar con los ojos bien abiertos las obras de arte y a buscar sus
vínculos con el mundo real, intentando ver en ellas lo que vieron sus
contemporáneos y comprender el lugar que ocupaban en sus vidas y en sus
sistemas de creencias.”
Como buen observador de la realidad,
Muñoz Molina habla de arte para hablar también de lo demás. No es un nuevo
capítulo de la gastada controversia entre defensores de la creación pura, por
un lado, y quienes avalan un arte comprometido, en situación, por otro. Es que
es difícil, cuando no imposible, meter la curiosidad del escritor por un único
carril, si lo que se quiera evitar precisamente es el descarrile. Por eso en
uno de sus últimos artículos publicados por el autor en El País con motivo de
una exposición de Gauguin en el Museo Thyssen no quiere privarse de reflexiones
como esta:
“Ahora que el arte y el capitalismo viven en una armonía tan perfecta, y que los artistas vivos más celebrados por la crítica y canonizados por los museos se mueven con una solvencia de especuladores financieros, probablemente resultará pintoresco recordar en qué medida los grandes forjadores del arte moderno fueron fugitivos, marginales, renegados de una sociedad burguesa que cuanto más se afianzaba menos sitio dejaba para ellos.”
En esta recopilación de materiales
diversos editados por la omnipresente y necesarísima Galaxia Gutenberg –y que
el autor, acompañado por el director general de la casa editorial, presentará
el próximo martes 27 de noviembre en el Mirador del Museo
Thyssen-Bornemisza (Paseo del Prado, 4)– Muñoz Molina encuentra, no obstante un
hilo narrativo, cierta unidad involuntaria que tiene mucho que ver, admite, con
la deriva de sus intereses personales y sus aficiones.
Nada más normal el que un escritor de su
talla gire sobre una serie de constantes a lo largo de toda una obra que ya es
bastante prolífica, sin llegar a resultar caudalosamente desbordante. Al fin y
al cabo, como decía Ernesto Sabato, “el tema no se debe elegir; hay que dejar
que el tema lo elija a uno”. Y los temas suelen volver, aunque sea encapuzados,
formando gotas que a la larga se irán uniendo creando pequeños regatos. A
veces, estos hilos se ensanchan y se desbordan, pero esto ya es otra historia. De
momento, sobre todo a quienes nos gusta especialmente ese Muñoz Molina a un mismo tiempo articulista, historiador y esteta,
sólo nos queda aguardar para ver qué selección constituye un libro
construido casi sin querer pero al que le ha llegado por fin su momento. De qué manera se configura en El atrevimiento de mirar el arte de escribir sobre arte.
Actualización (27/11/2012):
Muñoz Molina habla de su nuevo libro horas antes de la la presentación.
Actualización (27/11/2012):
Muñoz Molina habla de su nuevo libro horas antes de la la presentación.
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