El esperado encuentro con los
ubérrimos libreros menonitas responsables de la espirituosa casa editorial GingerApe Books&Films se produjo en un lugar ultrasecreto situado en un lugar
prácticamente inaccesible, a 37 millas de Amberes, tomando el desvío de la
comarcal AB-303, pasada la gasolinera de la Shell, cuatro grados latitud norte,
en una cabaña junto a un pantano cuyo paradero me comprometí a no revelar
jamás.
Se
trataba de la primera
entrevista que los Thompson concedían a un periodista de un medio
español, un
país alineado en las filas de la reacción y que, consecuentemente, sólo
podía
despertar recelo en estos curtidos impresores, de ahí que todas las
medidas de
seguridad parecieran ser pocas. Tras quitarme la cámara fotográfica,
requisarme mi móvil equipado con toda la tecnología del año 2004, y
vendarme los ojos, El
librófago fue conducido al lugar consignado con neerlandesa puntualidad escoltado por las
figuras de las amazonas pretorianas Aurora Bauer y Belenice Füssli. Ya en la
puerta le sorprendió la algarabía. Brindis en lenguas centroeuropeas, chocar de
vidrios, pasos rotundos y rítmicos (puede que constitutivos de una antigua
danza) dejándose sentir sobre las tablas del suelo.
Cuando
la puerta se abrió,
noté que unos dedos hábiles me desataban la venda y con los ojos
liberados apenas
pude distinguir las figuras menudas de mis anfitriones, ya sentadas en
sendos sillones
de piel, entre el espeso humo del tabaco, mirándome fijamente con aire
zumbón.
Después, la puerta volvió a cerrarse detrás de mí, no sin que antes una
de mis
guardaespaldas, no llegué a distinguir cuál, me advirtiera con un deje
que creí
percibir como germánico: “Una horraa”. En ese momento me llevé las manos
al pecho y noté que del bolsillo interior de la chaqueta había
desaparecido mi moleskine. Todo tendría que ser memorizado.
Los Thompson en una imagen de archivo. |
EL LIBRÓFAGO.- Estimados señores Thompson&Thompson, por sus rasgos
físicos, estarán ustedes acostumbrados a que los confundan. Por orientar a
nuestro distinguido público. ¿Quién es Thompson y quién es Thompson?
MAXIMILIAN
THOMPSON.- Creo que es
evidente. El más alto y apuesto, Maximilian. El bajito y regordete, Marvin.
[Risas iniciales; inopinadamente, Marvin amaga un jab al estómago de Maximilian].
MARVIN
THOMPSON.- En realidad
no nos parecemos tanto. Uno es apocalíptico y dionisiaco y el otro integrado y
apolíneo. Sólo hay que saber cuándo cada uno es cada cual. [Max amaga un uppercut al mentón de Marvin].
E.L.- Si no me equivoco descienden ustedes de una saga de editores
menonitas. Puede decirse que han mamado tinta en vez de leche, si se me permite
la expresión. ¿Qué aprendieron de sus antepasados de este oficio? ¿El editor
nace o se hace?
MAXIMILIAN.- Aprendimos mucho, pero el oficio ha cambiado
enormemente desde que nuestros abuelos abrieron su gran editorial. Hemos pasado
de un oficio casi artesano (en las prácticas y en las relaciones) a una
actividad hipertecnificada gestionada casi exclusivamente por medios
telemáticos. El editor se hace, aunque la esencia, el ideal se halle en su
interior. Desde que iniciamos nuestra actividad son muchos los vacíos y
obstáculos a los que hemos debido enfrentar y para los que nuestra formación no
tenía respuesta. La literatura y su edición exigen de una formación holística,
humanista, a veces, demasiado terrena, no siempre revestida de altos ideales,
ni limitada a un mero conocimiento del medio y las formas literarias. Existen
manuales, sí, pero la práctica los supera con mucho.
MARVIN.- Así es, la edición, despojada
definitivamente de su estrecha relación con la imprenta, ya no es una actividad
gremial, por lo tanto, poco importa el haber nacido en una familia de editores
o en una de alabarderos reales. El haber superado su etapa fabril da una
ventaja a los nuevos editores; se trata de una actividad sin oficio, una pura
entelequia, en la que la experiencia personal e intelectual se impone sobre
cualquier otra realidad. Sí, definitivamente, el editor se hace, pero se hace a
fuego lento.
E.L.- ¿Cuáles son los mayores cambios que perciben ha sufrido el
sector en estas últimas décadas? ¿Atravesamos un periodo de confusión, de
decadencia del libro tradicional? ¿Hay todavía lugar para el romanticismo o
matará el e-book a la estrella del papel?
MARVIN.- Me gusta referirme a ello haciendo un
paralelismo con la teoría biológica de la adaptación al medio. El e-book no es ninguna evolución de lo
anterior, en todo caso es un salto evolutivo, una mutación que ha dado lugar a
una nueva especie. Ahora habrá que ver si esta mutación ha sido tóxica o
tónica, si realmente va a generar descendencia o se trata de una “mula”,
estéril y sin capacidad de autorreplicación más allá de un fútil intento de
mímesis de la herencia de sus padres. Creo que lo que conocemos hoy en día como
e-book no durará mucho en su estado
actual, la continua evolución de la capacidad de transmitir y recepcionar información
creará lectores supereficientes pero sin capacidad para comprender la ficción. Es la muerte
de la ficción como argumento del lenguaje lo que realmente está en juego, no su
soporte. Los libros, el papel, los contadores de historias, las palabras de la
tribu desaparecerán para el mundo real, y serán objeto de adoración por algún
tipo de coleccionista o secta. Evidentemente, el papel del editor en este caso
será el de oficiante de las ceremonias.
MAXIMILIAN.- En cualquier caso, y siendo muchas las
responsabilidades del editor, creo que el mayor cambio, la gran decadencia del
sector se debe en buena medida al descenso de los índices de lectura. Un libro
no es un producto caro, menos aún, en su formato electrónico; sin embargo,
pocos son los dispuestos a sacrificar dos o tres copas por un libro; menos, los
dispuestos a renunciar a cuatro horas de televisión por el placer de una lectura.
Quizá el problema se halla en el escaso valor que se concede hoy a la Cultura,
la que todavía se escribe con mayúscula inicial. Para la mayoría, no posee el
valor ni del entretenimiento. El problema nunca estará en la aparición y
desarrollo de un nuevo soporte, de una nueva plataforma de lectura o de
interacción con las Letras. Eso es enriquecedor, y siempre habrá lugar para el
libro electrónico; es un producto más, un medio adaptado a los tiempos, nuevas
posibilidades. Pero de qué sirve si son pocos los que lo utilizan.
E.L.- Si no me fallan las cuentas, en España existen unas cuatro mil
editoriales, se publican más de 60.000 títulos al año, lo que nos convierte en
la cuarta potencia en este ámbito a nivel mundial. Es decir, existe una oferta
inmensa, que no se ve correspondida con nuestros índices de lectura, que no
son, como es conocido, nada halagadores. Y en este marco, en el contexto de la
mayor crisis económica y social que nuestra generación ha conocido, llegan
ustedes y deciden montar una editorial. La pregunta es… ¡?!
MAXIMILIAN.- Los sueños no entienden de números…
aunque quizá deberían. Creemos, o queremos creer, que la supervivencia (y la
nuestra, la del sector, ya en sí, será todo un éxito) dependerá en gran medida
del producto ofrecido, de conciliar limitaciones y gustos personales con las
necesidades e intereses del lector. La edición no se puede limitar al libro, y
menos aún, a su mero intercambio comercial. Debe atender al sujeto lector, al
hombre. La edición no es sólo una práctica comercial; es ante todo una
disciplina humanista. Debe escapar a las tradicionales formas de interacción,
buscar nuevas parcelas y nichos de actuación, reinventarse; y para eso, debe atender
y observar al hombre, comprenderlo, citarlo e incitarlo, provocar en él una
sugestión, una propensión, un deseo. Persuadirlo de que el libro, sea nuestro o
no, de que la lectura es y siempre será un placer y un beneficio. En él hallará
respuestas; y con él surgirán nuevas preguntas. Sólo así podrá conocer el mundo
en que se inscribe. No es convertir al editor en mono de feria; no. Tampoco
degradar la obra en pro de unas formas espectaculares atractivas. No, nada de eso.
Para eso ya existen otros con los que nunca podremos y con los que nunca
querremos competir. Es replantear desde los mismos cimientos la ecuación Editor-Libro-Lector;
buscar incesantemente nuevas formas de relación en beneficio de las partes, de
ambas. No pretendemos lucrarnos; tan sólo hacer lo que nos gusta y sobrevivir;
aportar nuestro granito de arena a este mundo y crecer, crecer junto al lector.
MARVIN.- Max lleva mucha razón en lo que dice.
Convertirse en editor es desatender todos los consejos prudentes y sabios que
la gente de tu entorno y los especialistas en economía hayan podido darte. Es
ir contra todo pronóstico, una vuelta a la etapa de rebelión adolescente, un
corte de mangas a la disciplina laboral basada en un modelo formativo de
dirección única. Porque lo mejor de todo esto es que no se puede estudiar para
ser editor, aunque ahora proliferen los Máster para ello, es una actividad
básicamente amateur, de diletantes y arribistas, o de meritorios en el mejor de
los casos. Siendo osado diría que no se puede ser editor de pleno derecho sin tener
el control directo sobre una editorial. Lo otro sería trabajar en una
editorial, que es muy diferente. Supongo que esto es también parte de la recompensa.
Cartografía literaria de Ginger Ape. |
E.L.- Sin embargo, a pesar de ese carácter “amateur” del que hablan, se
definen ustedes como “también, y ante todo, una empresa”. ¿Podemos entonces
desmentir que sea esta una operación de blanqueo de capitales provenientes de
la explotación de unas minas de oro en las cuencas andinas? ¿Qué tiene que
decir el ingeniero de letras Marvin Thompson de estos infundios? ¿Es cierto
también que en vez de calculadora utiliza un ábaco?
MAXIMILIAN.- En realidad, es todo lo contrario. Marv
es un robot-calculadora, sus formas físicas lo delatan, capaz de los cálculos
más complejos y con una precisión de hasta siete decimales [nuevo amago de
directo]. En realidad, y pese a todos nuestros sueños y delirios, somos plenamente
conscientes de que la supervivencia pasa por lo comercial, por lo empresarial. Abominamos
de esta parte, pero para mantener los sueños sabemos que es necesario vender;
si no, los sueños se tornarán pesadillas.
MARVIN.- No podemos desmentirlo del todo, porque,
como Rimbaud, antes que poetas, preferiríamos traficar mercaderías no
declaradas desde Abisinia. Pero por algo hay que empezar. Los libros no dejan
de ser una buena opción. El término empresa
lo entendemos en el sentido que le atribuían los antiguos griegos, como tal, es
algo heroico y probablemente traerá consigo alguna fatalidad. Ni calculadora ni
ábaco, debo reconocer que utilizo vulgares hojas de cálculo; pero sí es verdad
que mis aislados ataques de ludismo tienen mucho que ver con la necesidad de
realizar algo con tus propias manos, de recobrar la dignidad del artesano, o
bien de caer rendido hasta la extenuación después de un trabajo mecánico y
repetitivo de sol a sol, sin permitir que un cuerpo ocioso ataque a una mente
cansada. Max, ¿Es esto a lo que se refería Goya con aquello de “El sueño de la
razón produce monstruos”? [Maximilian mira incrédulo a Marvin]
MAXIMILIAN.- Sepa Dios qué demonios quieres decir.
[Risas] A ver, trataré de entenderte y explicarme. Existen muy diversas interpretaciones
y las más, enfrentadas. Dos son las clásicas o principales, e igualmente antitéticas.
Y a mi juicio, sólo en la conciliación de ambas podemos hallar la clave que
explica el aguafuerte… [Max se concede unos segundos] Y si intuyo hacia dónde
te diriges, incluso me atrevería a decir que permiten explicar nuestras propias
contradicciones personales y cómo de esa conciliación surge la clave de nuestro
entendimiento. Bien, me explico. Según la primera de las interpretaciones, Goya
confía ciegamente en la razón; y le concede primacía sobre el sueño, sobre la
fantasía, entendida como fantasmagoría:
la carencia de razón, aun momentánea, da paso al imperio nocivo del sueño, de
la fantasía, de la
pesadilla. Cuando no impera la razón, surgen los monstruos. De
acuerdo con la segunda interpretación, igualmente válida o certera, Goya descubre
que la razón no es más que una quimera,
algo que se proponía como ideal, como certeza, como solución, pero que se ha
revelado un error. Esto es, la excesiva confianza en la razón produce
monstruos. A mi juicio, Goya quiso jugar con esta ambigüedad, con la
anfibología, pues ambas lecturas, ambos posicionamientos son igualmente
válidos. Y es precisamente en su mutua aceptación que hallamos respuesta al
jeroglífico, o al menos un atisbo de verdad. Marv se decanta por una interpretación,
yo me decanto por otra, no es importante decir cuáles, pero sabemos que sendas
lecturas son válidas; entusiasmo y desengaño en dosis iguales. Y por nuestro
bien y por el del negocio ambas deben ser consideradas… [Max clava su mirada en
Marv y sonríe] Y si no era eso lo que querías decir, pues ahí queda dicho.
E.L.- Definan,
aplicada a Ginger Ape Books & Films, la expresión “generador de contenidos
culturales de consumo”. Y, por favor, no se me pongan muy estupendos.
MAXIMILIAN.- Creo que es una fórmula preñada de
posibilidades. Por un lado, refiere nuestra intención de llegar a un público
amplio, de abarcar unos contenidos y temáticas diversas, de escapar al mundo
altamente especializado del que procedemos, a las cárceles que la Haute
Culture o la tiránica Academia imponen al conocimiento,
incapaces de democratizarlo, de hacer llegar al común de la sociedad el producto
de sus investigaciones y desvelos, de trasmitir la palabra, el saber a un
número no restringido de ciudadanos. Por otro lado, el hecho de no querer
limitarnos sólo al libro. Queremos ofrecer un producto diferente, enriquecido,
pródigo en posibilidades, en referencias, apoyado en materiales complementarios
que llamen o colmen la obra. Y
además, somos también productora…
MARVIN.- Sí, es todo eso, no podría explicarlo
mejor. Acaso podría resumirlo diciendo que esencialmente obedece a nuestra
intención última de servir de base al exponente, es decir, no nos limitamos a
recoger lo que está ahí afuera; si no encontramos lo que nos gusta, lo
crearemos nosotros, o ponemos todos los medios para que otros puedan hacerlo. Y
también lo utilizamos como expresión porque una dinamo es un generador
eléctrico accionado por energía mecánica, y siempre fuimos fieles seguidores del
Dínamo de Moscú y del Aullido de Ginsberg.
E.L.- Ya ha sobrevolado la conversación, pero quisiera detenerme un
poco más en este punto. Reivindican la figura del EDITOR, en mayúscula, un
editor que es también “co-autor”. Y, sin embargo, en tiempos en los que no sólo
los escritores sino que los editores multiplican su presencia en los medios, en
ocasiones hasta el vedetismo, resultan con frecuencia esquivos, enigmáticos,
inaprensibles. Confiesen: ¿obedece a
alguna premeditada estrategia de marketing o a una genuina y auténtica
propuesta ético-estética?
MAXIMILIAN.- Es nuestra forma de afrontar el día a
día. Somos pudorosos… y muy pagados de nuestra intimidad. Necesitamos preservar
una parcela de humanidad, de cotidianidad o si lo quiere, de vulgaridad. No
todo es, ni han de ser libros; no todo es, ni han de ser grandes reflexiones o
disertaciones. Necesitamos mantener un alejamiento que nos proporcione
perspectiva, que nos haga enfrentarnos al trabajo con plenitud, con el deseable
equilibrio, lejos de tensiones atenazantes o asfixiantes. Y sobre todo,
queremos, o mejor, queríamos que fuese el trabajo el que hablase por nosotros. Pero
esto es sólo un deseo… casi utópico; la realidad es que hoy la editorial ocupa el
100% de nuestro tiempo y que las más de las veces somos nosotros los que
debemos hablar por nuestro trabajo.
MARVIN.- Decididamente creemos que hablar de
nuestros libros resulta un poco grotesco. Es como el poeta al que se le obliga
a romper el misterio de su poesía leyéndola ante un auditorio. Siempre es mejor
escribir sobre libros que hablar de ellos. ¿Por qué se cree que los viajantes
del metro forran las cubiertas de sus libros?
E.L.- A pesar de que su discurso pueda parecer añejo, resultan a la
vez extremadamente contemporáneos (enarbolando banderas como el e-book, el
crowfunding, modalidades de Impresión Bajo Demanda, etc.), al tiempo que sus
productos destilan un sabor “clásico“, tradicional, que se nutre de la alta cultura
y la cultura popular de finales del siglo XIX y primer tercio del siglo XX. Su
web, de hecho, es la prueba más evidente de esta amalgama a la que aludo. ¿Se
consideran un típico producto cultural de la “posmodernidad”?
MAXIMILIAN.- Mire, no lo sé. Defina qué entiende por posmodernidad y después hablamos… La
cultura a la que alude y que sin duda marca una parte de nuestra imagen y nuestro
proceder editorial está institucionalizada. Antes que alta es popular, a todos
accesible y reconocible; y si no, así lo pretendemos. Miramos al pasado,
empleamos los medios que pone a disposición el presente y tratamos de adelantarnos
al futuro. Pero creo que seríamos un producto cultural posmoderno si viéramos y entendiéramos nuestra actividad como algo
ajeno al compromiso social. Y nada más lejos de la realidad, y nuestro
carácter, ideología y la propia actividad que desarrollamos así lo demuestran. Ciertamente,
no nos ceñimos a los valores establecidos, ni tampoco queremos… Nos gusta
subvertir el orden, escapar a los clichés, ser nosotros mismos; pero la postura
no es individualista, es de absoluto compromiso… Y en cualquier caso, no domina
toda nuestra actividad. Ofrecemos una imagen y unos productos muy diversos. Somos
contradictorios, como sólo los hombres pueden serlo; pragmáticos, pero también
soñadores, utópicos… ¿no es la posmodernidad
el fin de la utopía? Somos hijos de nuestro tiempo, y nuestro tiempo se
contradice. Tratamos de discernir y tomar lo mucho y de valor que nos legó el
pasado, incluida la modernidad, con todos sus sueños y delirios, y
personalmente, me gusta imaginar aquel tiempo como un referente espiritual, estético;
pero también necesitamos superar el pasado, también necesitamos modificar el
presente y crear un futuro. Y aquí, cómo ve, sólo cabe la contradicción o,
paradójicamente, la hibridación posmodernista.
Es verdad que hacemos especial hincapié en la imagen, que entendemos el arte,
en todas sus formas y expresiones, como la más alta realización humana. Y que
en conformidad adoptamos una actitud o un perfil esteta. Sí, es totalmente cierto.
Nos gusta cuidar de nuestros productos, es parte de nuestro ser, de nuestra
actitud y compromiso. Atendemos por igual a todos los factores que conforman su
elaboración; y la imagen, el objeto, es parte integrante y absolutamente
esencial de este… Que todo esto representa para usted la posmodernidad, no lo sé. Pero me veo muy alejado de aquellos que lo
representan. Aunque quizá la propia negación implique posmodernidad… En todo caso, si necesita una palabra con la que
definirme llámame punk y no posmoderno; o acaso pos-posmoderno. Y no vuelva a emplear el término típico conmigo o algunas de mis
realizaciones o le parto la cara [Risas].
MARVIN.- Tenga cuidado, señor Librófago, Max es
un boxeador tremendamente posmoderno… Pero sí, intentamos aprovechar todas las
oportunidades que nos brinda la tecnología, enajenada muchas veces de la propia
ciencia, para hacer las cosas de otro modo. No queremos someternos al cíclico funcionamiento
de la cadena del libro. De hecho, no conozco un ejemplo más claro de biotopo
ultracapitalista que la industria editorial. Haciendo un chiste fácil, es un
ejemplo “de libro”. Contemplamos una máquina insaciable que para su sustento
necesita fagocitarse a sí misma, de tal manera que inevitablemente terminará
colapsando. Si es por defecto o por exceso no lo sabemos, personalmente
preferiría dejarla morir de hambre. En definitiva, no tiene sentido plantearse
hacer funcionar una editorial en este momento desde una óptica del siglo
pasado. ¿Qué fue del Siglo XX?
E-L.- Si echamos un vistazo a su todavía modesto catálogo,
distribuido en cuatro colecciones, y contemplamos tanto los cuatro libros
publicados hasta la fecha así como algunos de los que ya han adelantado algo,
descubrimos que sienten cierta inclinación por la literatura de género (pienso
en De Marchi o Jarro), y también por autores importantes de nuestras letras
prácticamente olvidados, como Luis Antón del Olmet, uno de los máximos
representantes de la bohemia española. ¿De dónde viene esta predilección por la
literatura de ambientes lúgubres, periférica?
MAXIMILIAN.- De nuestra propia periferia vital. Somos
outsiders y nos gusta aquello que lo
representa. Pero estos no son los únicos ambientes que frecuentamos. Abarcamos,
abrazamos y disfrutamos otros muchos campos. Quizá Olmet sea el caso más flagrante
y representativo. No es un bohemio, aunque conozca la bohemia. No es un
hombre desmedidamente culto, aunque irradie cultura. No es vanguardista, pero
sí una persona moderna. Aboga por la comprensión, adopta actitudes de gran humanidad,
pero no duda en emplear la
violencia. Capaz de lo mejor y de lo peor. De mezclarse con
la canalla y de frecuentar las tertulias más distinguidas. De participar de la
nobleza, es hermano del marqués de Dos Fuentes, y de luchar contra el
caciquismo. Esa es su contradicción y también, en alguna medida, la nuestra.
MARVIN.- Sencillamente, la aventura literaria no
tiene sentido si olvidamos a estos escritores, personajes muchas veces de su
propia novela. Hay que buscar para creer; la negación forma parte del paisaje.
Recurrir a los hermosos y malditos es casi una obligación porque el presente
continuamente interpola al pasado con cara de pocos amigos. La buena literatura
siempre es pornografía, lo demás es sólo ortografía.
E.L.- Tanto De Marchi, como Luis Antón del Olmet, uno italiano y
liberal, el otro español y de todas las ideologías y ninguna, son hasta ahora
unos grandes desconocidos en nuestro país. Quería preguntarles cómo llegan
hasta ellos y qué les han aportado mientras los abordaba.
MAXIMILIAN.-
En cuanto a De Marchi, qué decirle. Soy
italo-suizo, un enamorado de Dostoievski y un reconciliado con el género
negro: Jan Ray y Harry Dickson son los culpables. Salvo el ascendente
helvecio, todo
los demás caracteres son compartidos, y parecían conducirnos
indefectiblemente a
su publicación. Por lo que respecta a Olmet, creo que con mi anterior
alegato
respondo en parte a su pregunta. Sea como fuere, su vida y su obra nos
sedujeron desde un primer momento… y nos decidimos a intentarlo,
quisimos
recuperarlo. ¿O es
que acaso no apostaría Ud. por alguien que es capaz de adelantarse 20
años a
Huxley y prefigurar Un mundo feliz? Que
qué nos han aportado: sobre todo, satisfacción, mucha satisfacción; y el placer
del conocimiento y unas buenas lecturas…
MARVIN.- Amén.
E.L.- Como contrapunto, también han publicado un precioso cuento
ilustrado a cargo de una joven artista, Gloria Lizano, e incluso
entre sus primeras novedades hallamos una novela histórica ambientada en el
antiguo Reino de Granada. ¿Cómo justifican esta heterogeneidad? ¿No temen
dispersarse?
MAXIMILIAN.- No, sinceramente. Poseemos cinco
colecciones diferentes, que dan cabida a temáticas y géneros diversos. Creemos
enriquecedora tal variedad y nos gusta escapar a los lugares comunes. Además,
como editores es nuestro deber apostar por la novedad, por el presente, o
mejor, el futuro, estar abiertos a la recepción de inéditos, cuidar de la
creación, de los escritores noveles. Si no, nuestra labor resultaría
incompleta, sería, en cierta medida, estéril.
MARVIN.- Para un editor, la mayor satisfacción es
trabajar con materia “viva”. Descubrir un autor que tiene cosas que contar,
moldear el caldo primigenio de la ficción, conducir el proceso creativo hasta
su estallido final es hermoso, es la sustancia de la que nos alimentamos,
nuestras esperanzas están puestas en ello. Imagínese que Howard Carter, cuando
encontró la tumba de Tutankamón, al abrir el sarcófago, en vez de los restos de
una momia muerta hubiese despertado al verdadero rey de Egipto. ¿Mucho mejor,
no? Las posibilidades entonces serían ilimitadas, nos trasladaríamos de lleno
de la arqueología a la
biología. Pues bien, es algo parecido.
E.L.- ¿Qué lugar ocupa la iniciativa que han bautizado bajo el
sugerente título Ópera Pantagruélica dentro del proyecto? Creo que está
inspirada en las políticas de Creative Commons y que pretende mantenerse al
margen de las leyes del mercado. ¿Cómo es eso?
MAXIMILIAN.- El mismo lugar que cualquiera de las
restantes colecciones. Se trata de una colección abierta, aperiódica, gratuita
y digital, que aspira a dar cabida a material muy diverso y no siempre canónico.
En ocasiones, serán textos complementarios a los títulos publicados en las
restantes colecciones, que deberán redundar en el conocimiento de nuestros autores
y de su particular contexto; en otras, materiales perdidos, olvidados,
inéditos… que por sus especiales características no tienen cabida en otras publicaciones
al uso, pero que merecen un lugar destacado en nuestros anaqueles, ser
rescatados del silencio al que se han visto o se ven abocados; en otras,
materiales generados por la propia casa o por terceros; proyectos por los que
apostamos y en los que confiamos, que de este modo pueden encontrar salida o,
en su caso, seguir creciendo. Es una colección que nos otorga cierta libertad y
que está dotada de gran maleabilidad.
MARVIN.- Precisamente, es nuestra respuesta a la
tiranía del mercado y sus agentes. Es una especie de “huelga a la japonesa”,
inundamos el mercado de productos que a priori no obedecen a las exigencias del
marketing o a las de la propia industria, pero lo hacemos incumpliendo sus
leyes, jugando sucio. Quizás no somos asesinos, pero no se nos negará la
condición de tahúres, y borrachos, e incluso alguna veces neuróticos. Además,
existe un claro precedente de cómo estas conductas inmovilistas atentan contra
la propia viabilidad del negocio. ¿Qué ocurrió cuando el consumidor se dio
cuenta de que la limitación por minutaje que imponía el vinilo ya no tenía
sentido en el CD y mucho menos con la llegada del MP3?
E.L.- La especial atención que le brindan a los aspectos artísticos,
como ya se ha cometado, es también palpable en todo su trabajo. Sin embargo,
las de ustedes son ediciones relativamente baratas. Me intriga qué les ha
llevado a adoptar esta filosofía apostando por ediciones económicas, de entre
12 y 14 euros aproximadamente para libros de más de doscientas páginas, a costa
de sacrificar calidad en el papel pero sin renunciar a unos estándares de
diseño altos. ¿Es una decisión asentada en cálculos de rentabilidad o en otro
tipo de consideraciones estéticas?
MAXIMILIAN.- Responde a muchas consideraciones y,
desde luego, la estética es fundamental; pero también, y fundamentalmente, la
accesibilidad a un producto cultural. Queremos hacer llegar nuestros productos
al mayor número de ciudadanos, pero sin descuidar por ello el objeto, el libro.
Partimos de una premisa fundamental: la cultura ha de ser universal y a todos
accesible, por eso el otorgar copyleft
a muchas de nuestras ediciones; dos de los cuatro libros hasta ahora publicados
lo poseen, amén de ser enteramente accesibles a través de 24symbols, el spotify literario. La situación social
no permite derroches y desgraciadamente la cultura si no lo es, en la gravísima
recesión que vivimos, así se considera… Además, también fuimos jóvenes, y
también quisimos, pero no pudimos. No está en nosotros negar esta posibilidad.
MARVIN.- Hay que tener en cuenta que el producto
que nosotros ofrecemos es un tipo de libro que raramente se encuentra. No es
bolsillo ni por tamaño ni por calidad, no es tapa dura, ni siquiera es una
rústica superior al uso de algunas nuevas editoriales. Es un libro en el que se
han cuidado todos los aspectos al máximo, en el que están todos los contenidos
que podrían ir en una primera edición en cartoné, pero a un precio
inferior. Y todo porque a nosotros las
ediciones que más nos gustaban siempre fueron las de bolsillo. Llámalo
nostalgia. Quizás se podría definir como una edición “superbolsillo”. Por lo
tanto nada tiene que ver la rentabilidad, máxime cuando es mucho más rentable
un libro caro que otro barato. Su mejor cualidad es que independientemente de
que sea una novedad o una reedición, todos los títulos comparten el mismo trato
y distinción. No queremos que vayan a la mesa de novedades de rápida reposición,
sino al estante donde se guardan las colecciones de referencia.
E-L.- Señores Thompson, presumen ustedes hasta de tener una vertiente
“verde”. Esto es visible en su complementaria apuesta por el libro digital, en
el hecho de que en todas sus impresiones utilizan papel con certificación FSC
(Forest Stewardship Council) y, además, aunque de momento es sólo el inicio de
un proyecto más ambicioso, del que no sé si pueden ya hablar, en que han tomado
a su gestión y cuidado una finca forestal arbolada en Cazorla para compensar la
huella de carbono generada por sus actividades empresariales. Vamos, que son
más chulos ustedes que un judío de Nueva York votante de Iniciativa els Verds. Ahora,
en serio, ¿de dónde viene esa admirable toma de conciencia medioambiental?
MAXIMILIAN.- Es puro compromiso con el mundo en que
vivimos. Nada más.
MARVIN.- Bueno, se olvida usted que somos suizos,
y que una rama de nuestros antepasados emigró al Canadá. Son dos países donde
la naturaleza es primordial, se podría decir que imprime carácter, lugares donde
aprendes antes a distinguir las huellas de una ardilla que las trazas de una
mala frenada. Pero es verdad, estamos muy sensibilizados con la protección de
nuestro entorno. La ecología bien entendida es prácticamente la última batalla
pura que queda por librar. Cuidamos de la masa forestal y habilitamos un lugar
de retiro, tecnológicamente aislado, hostil y reconfortante a la vez, bello y
sublime, donde cada tarea requiere de un enorme esfuerzo para ser realizada,
recuerdo vivo de los hornilleros, los primeros colonos de estas sierras. Un
abandonado refugio de pastores que pretende ser lugar de reunión y sala de
máquinas de escritores, artistas, editores y demás gente de vil ralea.
E.L. Uno de los puntos capitales, todo el mundo conviene en esto, para
alcanzar el éxito reside en la distribución y en el contacto con los libreros.
Unos y otros están resultando también muy azotados por la actual crisis.
Todavía están en los inicios y entiendo que este es un camino que debe hacerse
poco a poco. Hablan ustedes de “librerías híbridas”. ¿En qué consiste este
concepto y hasta la fecha, cómo está avanzando ese proceso de implantación para
poner sus libros a disposición de los lectores? ¿Progresa adecuadamente?
MARVIN.- Todo esto es complejísimo, porque supone
partir de cero e intentar cambiar un paradigma que lleva incontables años
interpretándose como único. No queremos, ni podemos, estar presentes en todas
las librerías. Pretendemos que exista un maridaje entre la librería y nuestros
libros, una relación sentimental por encima de lo estrictamente comercial. El
contacto con el librero debe ser directo, el trato, el mejor posible, después
de la debacle ya en marcha, las pocas librerías que queden con el cartel
colgado por el lado de “abierto” deben salir reforzadas de esta unión. El
concepto de “librerías híbridas” no está del todo definido aún, pero se trata
de un espacio donde se pueda disfrutar de la cultura de las letras en todos su
formatos posibles, donde se pueda comprar un libro en papel, descargar,
alquilar o visualizar un título en formato electrónico, imprimir un libro a
medida mediante máquinas express de impresión bajo demanda, chatear con un
autor, asistir a una videoconferencia, etc. Las posibilidades son múltiples y
prácticamente inagotables. Para conseguir esto, creemos que la unión entre
libreros y editores tiene que ser mucho más estrecha que la actual. Nuestro
Departamento de Prensa se centra en conseguir estas alianzas
y sinergias.
MAXIMILIAN.- No puedo añadir nada más. Como diría el padre
Anderson del anime Hellsing:
“Ameeeeeeeen” [en inglés].
E.L.- Y otra pata fundamental es la dimensión pública, la promoción,
la labor de difusión para que los lectores conozcan sus títulos. Supongo que,
además de su activa presencia en las redes sociales, hay que pelear duramente
para que los medios les presten atención con tanta competencia y, no vamos a engañarnos,
con tanta publicación con tantos compromisos no siempre inocentes. Si a esto le
sumamos que su presupuesto publicitario no creo que sea mucho más del doble de
la cantidad que dedican a traductores de swahili, está claro que el papel de
los propios lectores (esa “comunidad lectora” que pretenden crear) en actuar
como aliados y voceros es fundamental. ¿Cómo enfocan esa labor de comunicación?
MARVIN.- Efectivamente no creemos en los
bombardeos masivos. Tal y como lo define nuestro Departamento de Prensa,
nuestra labor ha de ser más de irrigación que de inundación. Pero los medios
siguen cumpliendo su función, y no hay que ignorarlos, otra cosa es que ellos
te ignoren a ti. Hay excelentes periodistas y críticos en este país. Pero la
comunidad de lectores que tiene su origen en la red tiene un motor de
funcionamiento radicalmente distinto, basado en el reconocimiento y no en la
adulación, es a ellos a los que queremos llegar, la posibilidad de mantener un
contacto directo sin necesidad de prescriptores externos es una oportunidad que
no debemos dejar escapar. Desde el departamento de prensa se intentan abrir
tres caminos paralelos y que deberían ser más a menudo convergentes: libreros,
medios y lectores. Y el próximo paso será crear un proyecto colaborativo con
nuestros lectores…
MAXIMILIAN.- Creo que ahí reside buena parte de
nuestro potencial, de nuestras aspiraciones, que ahí se halla una de las claves
de nuestra supervivencia y éxito: en el lector y en esa relación directa, de
proximidad que buscamos establecer con él. Es absolutamente cierto que
requerimos de los medios y que no podemos en modo alguno desdeñarlos. Pero como
bien intuyes, nuestras capacidades económicas son limitadas; y nuestra opinión
del marketing y la comunicación, algo particular… En cualquier caso, el
destinatario del libro es el lector, el consumidor. Y una empresa ha de cuidar
no sólo de sus productos; también de sus clientes, ha de promover canales para
su comunicación y participación. Es nuestro deber escuchar su voz, aprender y
crecer con ellos.
E.L.- Por cierto, además de los clásicos y no tan clásicos que recuperan,
supongo que aceptan originales para su evaluación. ¿Cuál es su política de
publicaciones en este sentido?
MAXIMILIAN.- Como ya dijimos anteriormente, es parte
de nuestro deber y compromiso. No existe una política definida de publicaciones
inéditas. Valoramos todo aquello que llega a nuestras manos, siempre que se
ajuste a nuestras normas de envío de originales, lo pensamos y repensamos, y
finalmente, decidimos de común acuerdo si es adecuada su publicación, que
ajustamos a nuestro calendario de publicaciones. Nada más. En esta ponderación
son muchos los factores a considerar; y si quiere saberlo, los económicos,
aunque lógicamente presentes, no priman… ¿O acaso pueden hacerlo en una
actividad tan desgraciadamente deficitaria?
MARVIN.- Pues es una tarea que asumimos con especial
empeño y delicadeza. No contratamos a lectores externos. Todos los juicios se
hacen desde dentro de la editorial, porque es una tarea estratégica que no se
puede delegar, por mucho que la política de la mayoría de editoriales no sea
precisamente ésta.
E.L.- Estamos llegando casi al final y no quería dejar pasar un
asunto como el de su actual situación después de los últimos cambios en la SIA.
¿Está la libertad de expresión tan amenazada por los poderes fácticos (grandes
corporaciones, gobiernos despóticos, pseudodemocracias, etc.) como en los
tiempos en que el mero hecho de imprimir un libelo podía suponer la
persecución, el destierro o la cárcel? ¿Son hoy esas amenazas más sutiles? ¿Se
llaman mercados, pensamiento único, neoliberalismo, Henry Clermont Du
Chardonnay?
[Risas] [Max adopta un
tono grave].
MAXIMILIAN.- Parece evidente que sufrimos un grave
menoscabo de nuestros derechos y libertades. No avanzamos, retrocedemos. Y a
decir verdad, dudaría en llamar a esto democracia… Hemos debido autocensurarnos
y, por una cuestión legal, tenemos paralizada una de las obras de nuestro catálogo
original. No creo que los medios sean distintos o más sutiles, de hecho, me
parecen más groseros y descarados, rayanos casi el insulto. El poder se sirve
de las mismas herramientas, del mismo discurso, de la misma retórica que en el
Antiguo Régimen. Pero poder es poder. Evoluciona quizá el revestimiento, pero
el fondo, el mensaje y sus consecuencias siguen siendo los mismos.
MARVIN.- Claro, quizás los poderes fácticos ya no
son tan identificables, ni curas ni guardias civiles ni caciques, pero en lo
que respecta a la cultura, recurriré para responder a una vieja idea conspirativa
de Coleridge: “Los hombres de Porlock”. En todo tiempo y lugar existe una élite
encargada de salvaguardar el verdadero saber y de preservarlo para aquellos iniciados
que puedan darle buen uso, y de paso engañar al pueblo con sustitutos de poca
graduación. Si buscamos un equivalente actual, diría que la superpoblación de ciertos
títulos en el mercado no tiene otro objetivo que ocultar aquellos que
verdaderamente merecen la pena leerse.
E.L.-
A todo esto: ¿Ginger Ape Books & Films? ¿No encontraron un nombre más
difícil de recordar? ¿Cada vez que alguien consigue pronunciarlo bien resucita
un gatito, o es
otro enigma, como el Rosebud de Kane?
[Nuevas risas]
MAXIMILIAN.- No creo, la verdad, que sea difícil de
recordar... Ginger Ale, Ginger Rogers, Guano Apes… En cuanto al enigma que
ciertamente esconde, es menester que conteste Marv, aunque quizá después te
deberíamos matar.
E.L.- Qué
manía.
MAXIMILIAN.- De él surgió la idea… Y yo la secundé de
inmediato.
MARVIN.- Lo del gatito no me parece mala idea,
siempre me han gustado los gatos. Como dice Max, no es de recibo terminar esta
entrevista con un crimen, y además no tengo mi vieja “Thompson” a mano, por
esto sólo te diré que todo comenzó con la palabra “ginger”, que además se heredaba
de otro proyecto anterior. En su lengua original, “ginger”, tiene múltiples
acepciones, desde el jengibre, que de hecho es una raíz sumamente extraña y
polimorfa, hasta pelirrojo, también bizarro en el sentido de extraño, sin
olvidar que opcionalmente se utiliza para denominar a grupos de presión o de activistas.
El apellido “Ape” no es más que un juego de palabras, pero surge de una imagen
muy poderosa, que es la de una bella mujer bailando con un mono gigante. Ginger
Rogers es la bailarina y Ape Astaire es el bailarín. De todos modos, “Libros
del Mono Pelirrojo” tampoco queda mal, ¿no?
E.L.- Sí,
pueden saludar…
MAXIMILIAN.- A nuestras mujeres, amantes, vástagos y
bastardos… No, es broma. Un abrazo a todos los amigos, que no son muchos, y un
beso grande para la
prófuga Belenice.
MARVIN.- A nuestros siempre heroicos lectores.
Un
editor de referencia.
MARVIN:
El que ustedes saben y aquellos que dieron forma a las primeras versiones escritas
de la Ilíada.
MAXIMILIAN:
Marvin Thompson.
Un
libro de su editorial.
MARVIN:
Crónicas Ginebrinas.
MAXIMILIAN:
El sombrero del cura.
Un
libro de otra editorial.
MARVIN:
El libro rojo de Jung (Editorial Siruela).
MAXIMILIAN
Serían cientos.
Ese
autor pendiente, deseado…
MARVIN:
Secreto empresarial. Pero me hubiese encantado publicar Mountain man, de
Vardish Fisher, si Valdemar no se hubiera adelantado.
MAXIMILIAN:
Barbey d’Aurevilly (pendiente); y deseados: M. Muhammad Knight (del que hemos
adquirido los derechos de publicación de su obra más conocida), DBC Pierre,
Robert Sabbag o Stewart O’Nan.
Aquella
primera librería de su infancia.
MARVIN:
De pequeño siempre fui más de bibliotecas.
MAXIMILIAN
Del Porcellino (Florencia).
Un
lugar para leer.
MARVIN:
Una taza de café.
MAXIMILIAN:
Cualquiera.
Esa
palabra obsolescente a reivindicar…
MARVIN:
Austrohúngaro (va por ti, maestro).
MAXIMILIAN:
Libro.
La
película de su vida.
MARVIN:
El evangelio según San Mateo.
MAXIMILIAN:
Star Wars.
Un tipo
de letra.
MARVIN:
Un criptograma.
MAXIMILIAN:
Caslon.
¿Tiene
e-book?
MARVIN:
Sí. Lo utilizo para crear una biblioteca itinerante de libros que nunca leeré.
MAXIMILIAN:
No. Bueno, sí, uno regalado y sin estrenar. Soy ávido coleccionista; y en mi hogar,
siempre habrá espacio para un libro. Todavía prefiero leer en papel.
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