La memoria y el fuego.
Portugal: la cara oculta de Eurolandia.
Jorge Valadas.
Traducción de Quim Sirera.
Pepitas de calabaza.
Formato: 12x17cm.
196 págs.
PVP: 11 €.
Fecha de publicación: octubre de 2012.
La
memoria y el fuego es el
primer libro que firma Jorge
Valadas (Lisboa, 1945). He dicho que firma, no que escribe. Pues con el
seudónimo Charles Reeve, elegido en homenaje a un militante sindicalista
revolucionario, condenado en 1916, en Sidney, a diez años de destierro y trabajos
forzados por sabotaje al “esfuerzo de guerra”, este electricista de profesión ya
había publicado con anterioridad diversos ensayos de crítica social sobre
China, EE.UU. o Portugal.
Y sí, he dicho bien: “electricista”. A
pesar de que desde hace décadas mantiene una amplia colaboración en distintas
publicaciones de diversos países, el autor, que en la actualidad vive entre Tavira y
París –ciudad en la que se exilió después de que, siendo un joven oficial de la
marina, desertara por su oposición a la guerra colonial y donde pudo vivir el
movimiento de Mayo del 68 junto a las corrientes antiautoritarias–, siempre se ha opuesto a hacer de la escritura su modo de sustento, con el fin de
mantener intacta su independencia de criterio.
Esta autonomía se vuelve indispensable a
la hora de abordar un asunto tan problemático, apasionante y al tiempo desconocido
para sus vecinos españoles, como es el de la realidad portuguesa de nuestro
tiempo. Valadas afronta aquí un viaje por momentos desolado pero no exento de
humor para analizar esa sociedad que se le presenta como “carente de energía e
iniciativa colectivas, con la imaginación anestesiada por la alienación
mercantil” y que, “inepta para resistir las fuerzas destructivas del rodillo
compresor europeo, con más razón se revela incapaz de pensar la utopía de un
otro mundo.”
La
memoria y el fuego despunta
así como un libro “duro y necesario” –como se encargan de recordarnos desde Pepitas de calabaza, uno de los sellos que
últimamente más despiertan nuestra atención–, pero en el que, cimentada en la
mejor tradición de la crítica radical, permanece en pie “la esperanza de
construir un futuro que no sea el presente perpetuo de la mercancía”.
Tal vez no nos vuelvan a dar en un largo
periodo de tiempo las mesas de novedades una oportunidad tan apetecible (y con
un título tan memorable) para conocer la realidad de nuestros hermanos ibéricos
como la que nos brinda ahora la publicación de La memoria y el fuego. Es como
para pensárselo.
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