jueves, 11 de abril de 2013

Sí es país para cinéfilos: llegan a las librerías ‘Pequeño Diccionario de Cinema para Mitómanos Amateurs’ (Impedimenta) y ‘La dulce visión’ (Gallo Nero)



Pequeño Diccionario de Cinema para Mitómanos Amateurs.
Miguel Cane / Ana Bustelo.
Prólogo de Daniel Krauze.
Impedimenta.
Formato: rústica. 14x22 cm.
384 páginas.
PVP: 23,95€.
Fecha de publicación: abril de 2013.

“No me sorprende que este libro sea un compendio, porque así es la sabiduría de su autor: enciclopédica. Lo mismo va para el amplísimo abanico de sus intereses. En un solo día, Miguel igual tuitea sobre poesía y sobre literatura mexicana, que sobre teatro y grandes actrices de antaño. Me da la impresión de que es un auténtico  troglodita cultural, y las páginas siguientes dan fe de ese apetito,  gravitando en torno a lo que es su mayor pasión: el cine.”

Estas palabras del escritor y, en la actualidad, coeditor de la web Letras Libres, Daniel Krauze, en su prólogo ya permiten adivinar, si es que el título no resulta ya lo suficientemente elocuente a este respecto, que la última novedad publicada por Impedimenta como continuación de su colección La Biblioteca del Pájaro Dodo –dentro de la que apareció su también imprescindible Diccionario de Literatura para snobs, título de Fabrice Gaignault ilustrado por Sara Morante que ya va por su segunda edición– no es otro aburrido diccionario enciclopédico, onomástico o biográfico más. Pequeño Diccionario de Cinema para Mitómanos Amateurs, como apunta su editor, Enrique Redel, representa una especie de altar en que brilla el reflector sobre figuras míticas que iluminaron la pantalla y han sido eclipsadas por el paso del tiempo y por otros ídolos.

“Este compendio de figuras ilustres –subraya Krauze– abarca un cine sin el corsé de
Grace de Mónaco, por Ana Bustelo.
las fronteras”, y así, el lector que se adentre en el volumen encontrará, ilustrado por el lápiz de la joven aunque veterana autora palentina Ana Bustelo, un ejercicio formidable de memoria irredenta, un monumento al anecdotario  y un ejercicio sin complejos de fervor idólatra.  Productor teatral, librero, fiel practicante del dandismo y la mitomanía amateur, en tiempos incluso reputado ‘party boy’, el mexicano Miguel Cane, iniciado en la devoción cinéfila por su abuelo paterno cuando apenas era un niño, crítico de cine titular de diario Milenio desde 2003 y autor de  Íntimos Extraños – donde recoge casi dos décadas de entrevistas con figuras de la cinematografía internacional– nos brinda, de esta forma, una lectura más que recomendable para aquellos que son devotos del séptimo arte.

En Pequeño Diccionario de Cinema para Mitómanos Amateurs están Errol Flynn y Jeanne Moreau; Liv Ullmann y John Cassavetes; Richard Burton y Marilyn Monroe. Aquí se cuenta, entre otras muchas anécdotas, ligeras o graves, qué le dijo Tony Richardson al oído de Vanessa Redgrave mientras paría a su malograda primogénita, Natasha, cómo se las gastaba Bette Davis para hacer rabiar a sus múltiples enemigas o por qué se aborrecen Olivia de Havilland y Joan Fontaine, siendo hermanas.

Sin embargo, conviene tener presente, como señala el prologuista, que “A pesar de que este diccionario es, sin duda, algo divertido, claramente no es un juguete”. En todo caso, podemos concluir nosotros, es un regalo.

La dulce visión.
Federico Fellini.
Traducción de Regina López.
Gallo Nero.
Formato: 11x16 cm.
PVP:
Fecha de publicación: abril de 2013.

Roma, abril de 1993. En su despacho de Corso d’Italia, Federico Fellini (1920-1993), el monstruo sagrado del cine, ganador de cuatro premios Óscar a la mejor película extranjera, recibe en varias ocasiones a Goffredo Fofi y Gianni Volpi para una extensa entrevista destinada perdurar en el tiempo. Su fin está cerca, ese mismo año también el director y guionista será galardonado con un Óscar honorífico por su carrera, y sin embargo, el tema de las conversaciones no será tanto su cine, como el cine que, como él decía, le había arrebatado la vida.

El gran director se deja llevar de este modo por sus entrevistadores a través de una secuencia de recuerdos, divagaciones y reflexiones sobre su arte. Como apunta Volpi en su nota introductoria, “podía hablar indistintamente de Kafka o Jung, de Rossellini o Calvino” con un encanto que seducía a cualquiera, aunque era imposible no vislumbrar detrás de sus palabras una melancolía profunda que rozaba la desesperación. El cine había cambiado, la televisión lo había transformado y castrado.

El volumen, que acaba de publicar en español Gallo Nero, se complementa con comentarios del propio Fellini a sus películas, incluidos en esta edición siguiendo los deseos del director, además de algunos fragmentos de entrevistas en los que diferentes directores americanos y europeos hablan sobre la obra de quien supo componer entre El jeque blanco (1952) hasta La voz de la luna (1990) –aunque previamente ya había participado como guionista en cintas tan emblemáticas como Roma, ciudad abierta–, una de las filmografías más personales y memorables de la segunda mitad de siglo. Aunque solía decir de sí mismo que era “un artesano que no tiene nada que decir, pero sabe cómo decirlo, Fellini supo traducir sabiamente en imágenes su particular mundo onírico poblado de personajes entrañables dejando para la historia filmes imperecederos como La Strada, Las noches de Cabiria, La dolce vita u Ocho y medio.

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