Un cuarto propio.
Virginia Woolf.
Traducción de Jorge Luis Borges.
Prólogo de Kirmen Uribe.
Ilustraciones de Becca Stadtlander.
Lumen.
Formato: tapa dura con sobrecubierta. 17'5 x 25 cm.
128 páginas.
PVP: 19,90€.
Fecha de publicación: abril de 2013.
Escrito antes de cumplir los cincuenta años
en el marco de una Inglaterra post-victoriana, mientras observa de soslayo cómo
en Italia se produce una oleada de “autoafirmación de la virilidad” y lo que
hoy llamaríamos “conciencia de género” se instala en el centro del debate sobre
el presente, Un cuarto propio,
está considerado, lo que no sabemos, strictu
sensu, si satisfaría a su autora, como un pequeño gran clásico de la
literatura feminista. Escrito con un
lenguaje sencillo y directo, a un tiempo irónico e incisivo, este ensayo en
torno “a las mujeres y la novela” dirigido originalmente a un público femenino ponía
sobre la mesa a finales de la década del 20 del pasado siglo temas todavía tan
vigentes como la dependencia económica de la mujer con respecto al varón, su
papel capital, y casi exclusivo, en el corazón de la vida doméstica, y su condición
de musa inspiradora pero con escasa presencia en la práctica creativa.
“No hay marca en la pared para medir la
precisa estatura de las mujeres. No hay medidas...que determinen las
condiciones de una buena madre o el cariño de una hija, la fidelidad de una
hermana o la capacidad de una ama de llaves”, escribe Virginia Woolf (Londres, 25 de
enero de 1882-río Ouse, 28 de marzo de 1941) en un texto, basado en dos conferencias
impartidas en la Sociedad Literaria de Newham y la Odtaa de Girton, en el que nos revela en un ejercicio de
exquisita metanarrativa –deambulando por los libros, trayendo a la memoria
evocaciones familiares, describiendo escenas y retazos de vida “corriente”
mientras dialoga con sus a menudo enigmáticas predecesoras…–, cómo se despliega
el propio curso de sus pensamientos a la hora de reflexionar sobre esas
preguntas sin respuesta que le asaltan y sobre
cómo ha evolucionado su propia reflexión, y la de los demás, al respecto a lo largo
de los últimos siglos.
'Un cuarto propio' (Lumen, 2013). Del blog de la ilustradora Becca Stadtlander. |
Woolf, que reelaboraría y ampliaría más
tarde aquellas lecturas sin desposeerlas ni de su intención ni de su estilo
primitivos, nos cuenta, entre otras cosas, cómo para escribir una novela una
mujer, algo impensable en tiempos pretéritos a los que se remonta una y otra
vez y en los que a la mujer se la alentaba a servir exclusivamente al marido,
quitándole de la cabeza cualquier veleidad artística, tiene que tener un cuarto
propio, una puerta con pestillo y comida caliente, esto es, libertad individual
encarnada en una vida propia e independiente en la que el cultivo del espíritu
no se entiende sin estar vinculado a una realidad material que se torna
decisiva.
“La vida para todos nosotros, hombres y mujeres...es difícil, ardua: una lucha que no se acaba nunca y nos reclama mucho valor y fuerza. Bien mirado, lo que quizá nos reclame más que nada, siendo como somos criaturas hechas de vaguedades, es confianza en nosotros mismos.”
Woolf, no traza en esta obra un alegato
despiadado contra los hombres pues, como Coleridge, piensa que las grandes
mentes son andróginas y, por lo tanto, que resulta funesto tratar de actuar, de
escribir, desde el sexo, explicándonos a cambio de qué modo la escritura en las
mujeres dejó de ser percibida como un síntoma de locura al ir adquiriendo
importancia práctica, al ser también posible, abriéndose paso a través de
innumerables inconvenientes, llegar a convertirse para una serie de pioneras,
entre finales del siglo XVIII e inicios del siguiente, en fuente de recursos
económicos. El dinero, nos dirá, dignifica lo que es frívolo si no está pagado.
Y, de este modo, frente a las presiones ambientales, la censura, el desaliento
y las críticas desaforadas a las que deben hacer frente, las escritoras –lejos
de la intención de la autora de La señora Dalloway
hacer alabanza de su sexo– irán construyendo también un mundo propio, un mundo
en el que las mujeres no se limitan a estar sentadas en el centro de la
estancia, en el que pueden relacionarse directamente con la realidad sin pasar
previamente por la mirada de los otros, en el que incluso, a veces, a las
mujeres les gustan las mujeres.
Publicado ya en numerosas ocasiones en España –sin ir más lejos, traducido como Una habitación propia, en Seix Barral– Un cuarto propio se nos presenta ahora resplandeciente en esta edición de Lumen además de con la traducción de Jorge Luis Borges, con un prólogo del escritor Kirmen Uribe y las maravillosas ilustraciones de la joven dibujante norteamericana Becca Stadtlander.
Un claro ejemplo de que una edición bien cuidada (la portada es absolutamente deliciosa) es una tentación irrenunciable para quien aprecie la literatura. Tomo nota. Gracias por la reseña. Un saludo.
ResponderEliminarGracias a ti, Ana.
ResponderEliminarDesde luego que sí. Si a un texto maravilloso se le añaden los elementos que aquí confluyen, el resultado no puede ser más apetecible. Esto nos demuestra una vez más que la edición "tradicional" y la digital no sólo no son excluyentes sino que resultan perfectamente complementarias.
Encantado de verte por aquí. Un saludo.
E.L.
bella edición...como en casa....felicitaciones.
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