Ángela Ruiz, precursora del libro electrónico. |
A casi nadie se le escapa ahora mismo que el mundo del libro afronta uno de sus momentos más decisivos, si es que no el más
crítico, como sostienen muchos, desde que Gutenberg inventara la imprenta de
tipos móviles allá por mediados del siglo XV. Viendo los escaparates y mesas de
novedades, a un observador poco informado podría chocarle esta afirmación. En
países como España, sin ir más lejos, se publica mucho, muchísimo, seguramente demasiado, y con frecuencia
bien, algunas veces muy bien, incluso de forma excelente. Y, sin embargo, esta rica diversidad no debe
hacernos olvidar que la incertidumbre reina por doquier y que a los retos propios de la revolución tecnológica, ha venido a sumársele en las principales economías occidentales una crisis casi sin precedentes que ha terminado de acrecentar la
confusión. A pesar de que el libro electrónico no ha matado aún, como
preveían algunos, la estrella del papel, y de que cada vez se alzan más voces
reivindicando el carácter irreemplazable de ese artefacto que es el libro “de
toda la vida”, el hecho es que el sector –por paradójica que resulte la
eclosión de una nueva hornada de sellos editoriales de indiscutible calidad– se
encuentra en un momento más que delicado. La cadena de comercialización hace tiempo que presenta graves grietas y, ante el continuo cierre
de librerías, el descenso prolongado de ventas, la huida de la contribución
pública o las consecuencias derivadas del infernal ciclo de la distribución, el
escenario se torna a medio plazo bastante lóbrego.
Prácticamente todos los actores
implicados coinciden en que resulta necesario buscar alternativas a la actual
situación y a falta de grandes planes globales, desde hace algunos años muchas
empresas han emprendido a tientas ese camino incierto, a veces apostando sin ambages
por el territorio netamente digital, donde los costes son inferiores pero la visibilidad
también resulta menor, al menos de momento, en otras ocasiones, profundizando
en un abierto, incluso atomizado, escenario dual que está llevando a la mayoría
de sellos, aunque a regañadientes en muchos casos, a tratar de abarcar el mayor
espectro posible.
A medio camino entre la edición
tradicional y el futuro digital tendríamos que situar proyectos como Linkgua, sello editorial especializado en
la edición impresa y digital de obras clásicas de la literatura
hispanoamericana, que acaba de cumplir ahora nada menos que diez años de vida,
preciándose de haber llevado a cabo la digitalización de 1.400 títulos
distribuidos en siete colecciones (Historia, Leyes, Narrativa, Pensamiento,
Poesía, Religión y Teatro), y generando en este periodo un promedio de 35.000
descargas de libros electrónicos al año a un precio medio de 2,50 €.
Gracias a los acuerdos de Linkgua con
empresas de todo el mundo líderes en la impresión bajo demanda y a la
distribución a través de empresas como Amazon, Barnes and Noble, Casa del Libro
o Apple, sus ediciones, accesibles a través de 1.200 puntos de venta, están al
alcance de lectores de cualquier rincón del mundo. Al eliminar gastos de
almacén, de distribución y devoluciones, han conseguido ser muy competitivos en
precios, hasta el punto de que sus libros impresos pueden adquirirse a 8 €, lo
que supone más de cuatro euros por debajo del precio medio en España.
El objetivo al que se dirigen sus
responsables pasa por impulsar una nueva forma de editar y de leer dentro de un
mercado en proceso de reconversión, y en el que, aseguran, todo está por
definir. En este sentido, más que una selección de títulos debidamente
editados, estos emprendedores quieren ir un paso más allá, personalizando sus
productos , adecuando el aparato de notas, el glosario o la bibliografía a los intereses y las necesidades de la
institución o usuarios del texto.
El horizonte de Linkgua sería, de este
modo, ambición no les falta, crear un Diccionario de la literatura
hispana y una bibliografía de todo el fondo editorial, susceptibles de ser
enriquecidos y actualizados constantemente, en diversos formatos, “conformando
así una especie de biblioteca global de la literatura hispana”.
De momento, el proyecto dirigido por Rado
Molina, que desde principios de año estrena imagen, cumple un decenio en la brega publicando, entre otras novedades, títulos
como Mujerongas de Gretel J. Singer, De vuelta de José Abreu Felippe o Rusia en 1931 de César Vallejo. Que sean muchos años y libros más.
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