viernes, 8 de marzo de 2013

‘La abolición del trabajo’ de Bob Black y ‘Escritos menores’ de Max Stirner, entre las novedades que nos depara el estimulante catálogo de Pepitas para los próximos meses



Ya les hemos hablado en otras ocasiones de Pepitas de Calabaza, editorial que odiamos casi tanto como Galaxia Gutenberg. Casi, sí, porque son tan jóvenes que aún no nos ha dado tiempo a tomarles la ojeriza necesaria, pero si siguen por este camino, y la amenaza parece más que evidente, tranquilos, que mi rencor promete ser inversamente proporcional a mi poder adquisitivo. Y es que a lo largo de esta semana, el sello riojano ha presentado sus novedades para los próximos meses, títulos que prometen suponer otros tantos motivos de gozo para los lectores y de ansiedad para cualquier librófago digno de tal nombre.

Aunque, el máximo responsable de la editorial, Julián Lacalle, ha querido hacer hincapié, “por destacar algo aunque sea injusto”, en la atención que prestarán en el año de su centenario a Albert Cossery, autor de Mendigos y orgullosos y del que nos aguardan para el otoño nuevas sorpresas; y en Reflejos del Edén de Biruté Galdikas, obra que llegará a nuestras manos durante el mes de mayo y que supone para el editor “uno de los libros más maravillosos” que han publicado hasta la fecha, nosotros, por resultar más inminente su lanzamiento, nos vamos a quedar por el momento con las novedades que nos depararán las próximas semanas, víspera de unas festividades del libro marcadas un año más por la crisis económica, asunto por cierto, con el que guardan relación las obras a las que a continuación y de forma breve (perdonen el modo locutor) nos asomamos.

La abolición del trabajo.
Bob Black.
Epílogo de Julius Van Daal.
Traducción de Federico Corriente.
Pepitas de calabaza.
Formato: tapas blandas. 12 x 17 cm.
80 páginas.
Fecha de publicación: marzo de 2013.
PVP: 7,50€.

Dos libros centrados en el mundo del trabajo, materia marca de la casa, y por lo tanto emparentados pese a mediar casi un siglo y medio de distancia, acaparan la rampa de lanzamiento de la editorial por estas fechas. Así, junto a la salida de la tercera edición de Cómo vivimos y cómo podríamos vivir, seguido de El arte bajo la plutocracia y de Trabajo útil o esfuerzo inútil, título que compendia tres conferencias a cargo de aquel gran crítico de la civilización moderna que fue William Morris, se presentará por las mismas fechas la obra más conocida del anarquista estadounidense contemporáneo Bob Black.

La idea central del ensayo, en palabras del autor, sería más o menos la siguiente: “El trabajo es la fuente de casi toda la miseria existente en el mundo. Casi todos los males que se pueden nombrar proceden del trabajo o de vivir en un mundo diseñado en función del trabajo. Para dejar de sufrir, hemos de dejar de trabajar”.

Con prólogo de Julius Van Daal, autor de Bello como una prisión en llamas –uno de los títulos más llamativos de los publicados por esta misma casa en 2012– este texto escrito en 1985 y publicado, como nos recuerdan desde Pepitas, “en un momento en el que muchos de nosotros nos estamos quedando sin ese trabajo que nos sirve para ganarnos la vida perdiéndola”, quiere ser considerado como una invitación a no esperar a que nos salve de la catástrofe más absoluta no se sabe qué fantasma financiero, impulsándonos a buscar nuestra plenitud frente a la labor de mutilación que nos impone la economía. La crítica a la vigente cultura del trabajo planteada por Black hace más de un cuarto de siglo, pero sumamente estimulante en un momento en el que el proletariado, como Zizek ha señalado, parece reclamar su derecho a “ser explotado normalmente”, no es una invitación a dejar de hacer cosas. Al contrario:

“Significa que hay que crear una nueva forma de vida basada en el juego; dicho de otro modo, una revolución lúdica. Por «juego» también se debe sobreentender fiesta, creatividad, convivialidad, comensalía y puede que hasta arte. El juego va más allá de los juegos infantiles, por dignos que sean. Hago un llamamiento a favor de una aventura colectiva basada en el júbilo generalizado y la exuberancia libre y recíproca”.

Escritos menores.
Max Stirner.
Selección, traducción, prólogo y notas de Luis Andrés Bredlo.
Pepitas de calabaza.
Formato: tapas blandas. 12 x 17 cm.
208 páginas.
Fecha de publicación: abril de 2013.
PVP: 11€.

Y de un autor que todavía ha conseguido escandalizar con sus ideas a finales del siglo XX, la editorial nos invitará, ya durante el mes de abril, a descender por ese mismo árbol ideológico hasta posarse en uno de los terrenos más fértiles en los que arraigará el anarquismo (aunque la influencia de Max Stirner se deje sentir en autores tan diversos y en ocasiones alejados como Nietzsche, Sorel, Tucker o el propio Nozick).

Max Stirner (seudónimo de Johann Caspar Schmidt) formó parte del círculo de los “jóvenes hegelianos”, publicando en 1844 su obra capital, El Único y su propiedad, la expresión más extrema del pensamiento de la llamada izquierda hegeliana.

Su radical negación de los ideales y valores morales “sagrados” del Estado y del derecho, juzgados como cosificaciones de la mente, y su ideal de una moral fundada en la insumisión, la libre asociación de los individuos y, especialmente, en los intereses “egoístas” de cada uno (aunque distanciándose resueltamente del carácter estrechamente económico de la concepción burguesa), supuso un incómodo jalón dentro del pensamiento de la segunda mitad del siglo XIX suscitando las airadas críticas de Feuerbach y, especialmente en La ideología alemana, de Marx y Engels que conseguirían desplazar, aunque no enterrar, su pensamiento. Stirner, cuya obra principal, censurada en un primer momento, le granjearía una efímera fama, pasaría los últimos años de su vida en condiciones de creciente penuria (las deudas impagadas le llevarán incluso a presidio) muriendo en Berlín en 1856, solo y en la absoluta indigencia. 

[...] Este mundo, que tildan de egoísta, lleva, por el contrario, varios milenios
poniendo en la picota al egoísta y sacrificando el egoísmo en aras de cualquier
cosa «sagrada» que se tercie. No vivimos en un mundo egoísta, sino en un mundo sagrado de cabo a rabo, hasta el más mísero harapo de propiedad. [...]

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