domingo, 26 de agosto de 2012

Una antología de textos teatrales nos permite disfrutar del Shakespeare más lírico


Jardín circunmurado. 
Antología poética del teatro de William Shakespeare.
Edición, prólogo y traducción de Christian Law Palacín.
Pre-Textos. Col. La cruz del sur. 2012. 1ª edición.
Encuadernación: rústica. Formato: 22x14 cm.
196 páginas.


Por el modo en que está concebido, Jardín circunmurado podría ser, bien una sugestiva iniciación a conocer el teatro de William Shakespeare –para aquellos que aún no se hayan decidido a leer al genio británico en un género en el que brilló como nadie pero que cada vez es menos frecuentado en papel: curiosamente, Shakespeare, como era normal en su tiempo, también consideraba las obras teatrales poco dignas de la imprenta -; bien un volumen llamado a facilitar la “portabililidad” de este clásico de la literatura universal en las mesitas de noche o en las maletas de viaje de aquellos de sus seguidores que necesitan de vez en cuando aplicarse una imperiosa dosis dramática (o lírica, o ambas cosas mejor) nacida del talento del hijo predilecto de Stratford-upon-Avon. 

Bien pensado, quedaría, en cualquier caso, una tercera posibilidad, más independiente y enriquecedora y que precisamente parece ser la que anima a los editores de esta antología publicada en los albores del verano por Pre-Textos: detectar al poeta por encima del dramaturgo en el brillante inglés, a menudo concertado “con una métrica de hierro”, como nos indican, que caracteriza al que también fuera actor y lírico.

De ese afán por poner de relieve los poderes de "El Bardo" como poeta nace un libro que recoge, ordenados cronológicamente, algunos de los fragmentos eminentes de sus creaciones. Son piezas –así lo entiende Christian Law Palacín, traductor en su día de los Sonetos y a quien le debemos la edición, la traducción y el prólogo de la presente obra-, que admiten ser presentadas exentas porque, de alguna forma, cuando leemos entero el drama de donde proceden, nos imponen, “casi con furia”, su autonomía. 

Evidentemente, no todos los momentos memorables del portentoso teatro shakesperiano caben en estas apenas doscientas páginas. De ahí que el libro, retomando, la idea inicial de esta prescripción, sea una invitación a seguir buceando en la obra de un autor tan inagotable que ya algunos de sus contemporáneos, como su amigo Ben Jonson –al que alguna vez la posteridad ha querido también encasquetarle la autoría de alguna de sus obras- llegó a decir que “no pertenece a una época sino a todos los tiempos”.

A propósito de su incuestionable vigencia también anima el editor, poeta él mismo, a los escritores actuales a afrontar una tarea que considera urgente, la de acometer la traducción del teatro del autor de Romeo y Julieta, Hamlet o El Mercader de Venecia desde una perspectiva nueva que permita actualizarlo sin desatender la prosodia de aquellos parlamentos y diálogos dichos en verso.

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