viernes, 17 de agosto de 2012

Coelho contra Joyce

Paulo Coelho, el popular autor de El alquimista y uno de los vendedores de libros más importantes del último siglo, continúa su particular cruzada contra la alta Cultura y después de criticar en su día a William Faulkner por demasiado complejo ahora, aprovechando el lanzamiento de su nuevo libro, Manuscrito encontrado en Accra, ha decidido arremeter contra el Ulises de James Joyce.

Aunque todos suponíamos que el autor de Retrato del artista adolescente no se encontraba entre sus autores de cabecera, en declaraciones al diario Folha de Sao Paulo que ya han dado la vuelta al mundo, el brasileño, reconocido seguidor de Twitter, ha aprovechado su profundo conocimiento de esta red social para asegurar que todo lo que hay de interesante en el Ulises cabe en un tuit de 140 caracteres. 
Quien dentro de poco alcanzará la escalofriante cifra de 15 millones de “followers” –lo que le ha permitido variar su manera de interactuar con sus lectores, pues ahora puede ahorrarse las pesadas firmas de libros y demás actos similares de promoción aceptando solamente viajar a “lugares curiosos” como Azerbaiyán- se definió como un autor actual sin tener necesidad de adentrarse en el campo de la experimentación narrativa. “Soy moderno –afirmó en un momento de la entrevista- porque hago lo que es difícil, parecer simple y, de esta forma, me comunico con todo el mundo.”

De este modo, el escritor de Verónica decide morir, prefiere situarse enfrente de aquellos autores que “quieren impresionar a sus iguales”, una enfermedad que achaca a quienes, como Joyce, solo se preocupan de los aspectos formales. El Ulises sería, pues “uno de los libros que hizo este mal a la humanidad”, dice un inspirado Coelho para añadir a renglón seguido: “solo es estilo”.
Sin duda, unas escandalosas declaraciones que, si acaso, tendrán la virtud de no modificar la opinión de nadie acerca de uno de los escritores vivos más amados y odiados al mismo tiempo. Sus incondicionales habrán nuevamente sentido cómo su guía ponía en palabras lo que ellos mismos pensaban y a sus detractores salidas como ésta no harán sino reforzar sus demoledores juicios críticos. En cualquier caso, quien pensara que se trataba simplemente de una especie de santón posmoderno habrá descubierto que debajo de la manicura también había lugar para las garras afiladas. Lástima que, en este caso, solo puedan rasgar la tapa del ataúd.
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