viernes, 17 de agosto de 2012

Recordando a Goffman a través de Pierre Bourdieu

The Presentation of Self in Everyday Life, de 1959, es uno de sus trabajos fundamentales.

Este 2012 se cumplen 30 años de la desaparición del sociólogo Erving Goffman, cuyas obras fueron traducidas al francés en gran parte por otro de los grandes nombres del pensamiento de la segunda mitad del siglo XX, Pierre Bourdieu, un conocido admirador del trabajo del autor canadiense, quien las ofreció al público en una colección (“Le Sens commun”) que él mismo dirigía dentro de Editions de Minuit.

Tras su fallecimiento el 19 de noviembre en Filadelfia, el propio Bourdieu, profesor del Collège de France, se encargó de firmar un breve texto (“Goffman, le découvreur de l’infiniment petit”), publicado el 4 de diciembre de 1982 en Le Monde, en el que manifestaba la importancia de uno de los mayores representantes de lo que se conoció como “interaccionismo simbólico”.

A modo de pequeña contribución a su memoria, reproducimos a continuación ese texto, con traducción de Fernando Beltrán, que recoge sociologiac.net.

La muerte del sociólogo Erving Goffman. El descubridor de lo infinitamente pequeño

Por Pierre Bordieu

La obra de Erving Goffman representa el producto más ideal de una de las maneras más originales y más raras de practicar la sociología: la que consiste en observar de cerca, y duraderamente, la realidad social, de colocarse la bata blanca del médico para penetrar en el asilo psiquiátrico y colocarse también en el lugar mismo de esa infinidad de interacciones infinitesimales cuya integración hace la vida social.

Goffman fue el que hizo descubrir a la sociología lo infinitamente pequeño: esto mismo que los teóricos sin objeto y los observadores sin conceptos no sabían dar cuenta y quedaba ignorada, por demasiado evidente, como todo lo que es evidente. Un sólo ejemplo, la descripción que propone del ciclo del cigarrillo tal se practica en ciertos cuartos de los asilos: “Un ‘protegido’ viene a colocarse frente a su patrón cuando éste prende un cigarrillo (…) y espera hasta que el cigarillo sea casi consumado para que pueda recibirlo. Él mismo juega a veces al patrón respecto de otro enfermo, pasándole la colilla que viene de recibir después de haberla fumado tan lejos como es posible. El tercer beneficiario debe entonces utilizar un alfiler o cualquier cosa para tomar la colilla sin quemarse. Echado a tierra, esta colilla puede servir todavía (…) demasiada pequeña para ser fumada, es todavía bastante grande para proveer tabaco.”

Estas curiosidades de entomólogo estaban bien hechas para desconcertar, hasta para afectar, un establishment habituado a observar el mundo social de muy lejos y de muy alto. El que los guardianes del dogmatismo positivista clasificaban en lalunatic fringe [grupo de extremistas o fanáticos] de la sociología, es decir entre las excentricidades que pretendían sustituir a los rigores de la ciencia por las facilidades de la meditación filosófica o de la descripción literaria, se volvió una de las referencias fundamentales para los sociólogos, pero también para los psicólogos, los psicosociólogos y los sociolingüistas (pienso en particular en su último libro, aparecido en 1981 en Filadelfia, Forms of talk).

Si este observador apasionado de lo real sabía observar bien, es también porque sabía lo que buscaba. Alumno de Everett C. Hughes, uno de los grandes maestros de la sociología estadounidense, estaba alimentado de todas las adquisiciones de la Escuela de Chicago —y especialmente de los aportes de Georges Herbert Mead, y de C. H. Cooley a los que no deja de referirse— y de todo lo que este alto lugar del profesionalismo científico había acumulado, y asimilado, se trate de la obra de los durkheimianos o de la sociología formal de G. Simmel. Armado de todo este bagaje, en el que es necesario, sin duda, agregar la teoría de los juegos, aborda objetos hasta allí excluidos del campo de visión científica. A partir de los signos más sutiles y más fugaces de las interacciones sociales, capta la lógica del trabajo de representación; es decir, el conjunto de las estrategias por las que los sujetos sociales se esfuerzan por construir su identidad, de construir su imagen social, en una palabra, de producirse: los sujetos sociales son también actores que se dan en espectáculo y que, por un esfuerzo más o menos sostenido de puesta en escena, aspiran a ponerse en valor, a producir ‘la mejor impresión’, en resumen, a hacerse ver y a hacerse valer.

Esta visión del mundo social, que pudo parecer pesimista, hasta cínica, era la de un hombre caluroso y amigable, modesto y atento, sin duda tanto más sensible a lo que la vida social tiene de teatral cuanto que era él mismo profundamente impaciente de todas las formas ordinarias del ceremonial académico y de la pompa intelectual.

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