miércoles, 29 de agosto de 2012

'Política para bufones' o la sátira como última resistencia


Política para bufones. Una historia alternativa del poder y sus teóricos.
Pedro González Calero.
Ariel.
Libro (Rústica con solapas): 17.00 €
Libro Electrónico (Epub): 11.99 €

Tras el éxito logrado con sus obras La sonrisa de Voltaire o Filosofía para bufones -libro éste que pronto estará disponible también en edición de bolsillo-, Pedro González Calero vuelve a la carga para dar su particular y mordaz repaso a la historia de la teoría política y de las ideas.

Desde la cita inicial de Rabindranath Tagore que abre el libro (“No es tarea fácil dirigir a los hombres; empujarlos, sin embargo, es muy sencillo”), el autor no disimula en ningún momento su intención de desenmascarar a algunos de los grandes vencedores de la historia, ofreciéndonos un relato que, aunque pretende cultivar un sano distanciamiento respecto a lo contado, no oculta el desengaño que se ha incrustado en el ánimo de un autor para el que la política, pese a todo y a todos, ha constituido siempre una gran pasión.

El escepticismo y la desesperanza que nos muestran muchas de las anécdotas recogidas para ilustrar las formas que el poder ha utilizado para subordinar al pueblo -desde la democracia ateniense a la actual “dictadura de los mercados”, pasando por el absolutismo, el liberalismo o la propia “dictadura del proletariado”- no han podido acabar, sin embargo, con la “dentellada de la indignación”, como él mismo la define, ante los atropellos y las injusticias de los poderosos, de ahí que, en última instancia -la burla del déspota adquiere un carácter liberador y puede ser incluso considerado como un resorte para la acción-, no deje de apelar explícitamente a la “resistencia” como último refugio, si se quiere, para no convertirnos en "cómplices" de la barbarie.

De este modo, apoyándose en aquel pensamiento expresado por Nietzsche que decía que “el ser humano es un animal que sufre tan intensamente que tuvo que inventar la risa”, el autor avanza por la Historia sin dejar títere con cabeza. Insignes personajes como Pericles, Alejandro, Cicerón, Tomás Moro, Maquiavelo, Kant, Marx, etc. van desfilando por el libro para, finalmente, pese a partir desde presupuestos muy diferentes, a veces incluso opuestos, terminar revelándole al ciudadano actual cómo los mismos o parecidos males -la corrupción, la demagogia, el “pan y circo”, la ambición desmedida…-  se van repitiendo con independencia de la época y del sistema de gobierno vigentes.

El libro que, sin duda, goza de un gran público potencial en nuestros días, cuenta con la virtud, en este caso, de  resultar accesible y ameno ya que, como el propio autor ha afirmado en alguna entrevista,  “no se necesita tener un conocimiento técnico para entenderlo”. Si hay que señalar algún defecto es el peligro que conlleva el que planteamientos de este tipo trasladen la imagen de que todos los sistemas políticos son iguales, algo que dista de ser la pretensión de su propio autor. Que una cosa es, piensa el librófago, que haya motivos más que sobrados para ser pesimistas y otra que, abandonados al desánimo, los propios ciudadanos, valga la metáfora, entreguemos pacíficamente las armas a los mismos que más tarde nos van a disparar.

Cierro, por último, este apunte, reproduciendo la anécdota que el autor sitúa al final del prologo, pues creo que define muy bien el tono general de esta obra editada por Ariel que, si bien puede causar indigestión por lo que muestra, se lee muy bien:

“Cuenta una leyenda oriental que el emperador mongol del siglo XIV Timur Lenk (también conocido como Tamerlán), cuyos dominios se extendían desde Nepal hasta la India, desfilaba un día por Samarcanda al frente de sus tropas cuando vio a un pobre harapiento que mendigaba una limosna. Enseguida, Timur ordenó que le cortaran la cabeza.

Su bufón, horrorizado, le preguntó por qué había dado aquella orden arbitraria y a todas luces injusta, y Timur le explicó que la imagen del mendigo le había parecido una señal de mal augurio antes de entrar en batalla. Ante lo cual, el bufón no pudo sino murmurar para sus adentros:

—Me pregunto quién de los dos era de verdad un mal augurio para el otro."

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