martes, 21 de agosto de 2012

El "fenómeno" Bélen Esteban, analizado por Miguel Roig en 2010, llega hasta las páginas de Le Monde


Belén Esteban, portada del suplemento de televisión de Le Monde. Semana del 20 al 26 de agosto de 2012.
Hace casi dos años Ediciones Península publicaba un libro dedicado a analizar el fenómeno mediático de Belén Esteban, la ex mujer de torero convertida en estrella de la televisión en España, a la luz de la sociedad de consumo. Este “libro láser, brillante”, como lo definía en su prólogo Christian Salmon, doctor en Historia de las ideologías y autor de obras de similar enfoque como Storytelling o Kate Moss Machine, llevaba la firma de Miguel Roig y en el mismo se podían (y se pueden) leer cosas como la siguiente:

“Madame Bovary leía folletines y se daba de bruces contra el mundo al intentar llevar esos personajes a la realidad; Belén Esteban no copia a nadie: se ha inventado uno que irrumpe como un elefante en una fábrica de porcelana y arrasa con todo sin freno alguno”.

Dos años después de que apareciera el más que sugestivo Belén Esteban y la fábrica de porcelana. Las múltiples vidas de un personaje en la hiperrealidad este “fenómeno” no solo constituye un capítulo más o menos destacado, desolador si se quiere, pero en cualquier caso inextirpable de la historia de la televisión en nuestro país, sino que sigue representando una vívida muestra de nuestra más elocuente realidad social, como destaca el hecho de que en los últimos días un periódico como Le Monde haya decidido abrir su sección de Televisión con la imagen de la “copresentadora” del programa ‘Sálvame’ en un momento de su “trabajo”.

El diario francés vuelve a poner así su lupa sobre un fenómeno que Roig estudia detenidamente en una obra que vuelve a estar de rabiosa actualidad, brindándonos la ocasión de asomarnos de frente -en sentido literal y metafórico- a ese espacio mediático en el que “la Esteban” se desenvuelve como “una muñeca rusa”, pudiendo ser ante las cámaras, todo a la vez, “madre, vecina, ama de casa, alumna de baile o ciudadana desencantada”. Un espacio en el que no es necesario ser “artista, ni periodista, ni actriz, ni nada que justifique su presencia” y que es el perfecto símbolo de una época que se mueve “a velocidad de zapping”, y en la que las antiguas certezas –como advierte el autor- ceden “a la flexibilización laboral y el malestar perenne”.

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