Mientras el verano peninsular trata de salir de una nueva ola de calor
-¿alguien a quien no se le haya derretido todavía el cerebro podría precisar
cuántas van ya?- que, como un tubo de surfista hecho de llamas, envuelve a
residentes y visitantes; los bosques y montes se queman por la imprudencia, la
estulticia, la desidia y la mala fe de un puñado de desaprensivos (y porque
hace mucho calor también); y las calles se incendian con las protestas de los
centenares de colectivos que entre una claudicación silenciosa y culpable y una
resignación bullanguera han optado por la segunda alternativa, hay más cosas
que arden: concretamente son las imprentas. Septiembre está a la vuelta de la
esquina y las cajas de libros repletas de novedades van apilándose en las naves
y almacenes–al librófago le place demorarse en estas imágenes, como fácilmente
se entenderá- aguardando una inminente distribución que les permita a esos
miles de títulos hacerse visibles en mesas de novedades y escaparates de la más
diversa condición.
Días atrás, hemos avanzado, por ejemplo,
algunas de las rentrées de Acantilado o Cabaret Voltaire. Nos toca ahora hacer
lo propio con otra selecta casa. Se trata de El Aleph Editores, sello fundado
por Mario Muchnik hace casi cuarenta años, que nos anuncia ya el lanzamiento de
“tres joyas editoriales” para el próximo mes.
Abre el fuego el próximo día 3 la asturiana
Begoña Huertas con su cuarta novela, Una noche en Amalfi, en la que vuelve a
hacer gala de su “ácida mirada sobre nuestro tiempo” –en palabras del poeta y
periodista cultural Antonio Lucas-, para mostrarnos “los desencantos y
frustraciones de quienes se enfrentan a una existencia que no es como
esperaban”.
Construida como un thriller psicológico
aunque –subrayan desde el sello editorial- “sin perder de vista la exigencia
literaria”, Una noche en Amalfi es una novela que al tiempo que está escrita
con “una prosa dura”, como define su estilo el propio Lucas, trata de imprimir
un alto grado de tensión narrativa capaz de arrastrar sin tregua al lector de
la primera a la última página.
Una semana después, será el turno de
Steve Earle, célebre cantautor estadounidense de rock, folk y country que con
No saldré vivo de este mundo nos vuelve a ofrecer otra muestra de su
versatilidad como artista. Más conocido por sus facetas de compositor,
cantante, actor y activista político –que comenzó al tomar partido públicamente
contra la guerra de Vietnam-, Earle –recomendado por compañeras de profesión
con tanto predicamento como Patti Smith- y cuyo primer y reconocido conjunto de relatos fue
traducido en su día al español bajo el título Rosas de redención, traza en este
libro una especie de balada sobre el arrepentimiento y la redención a través
del retrato de una galería de personajes a cuál más extraordinario que incluyen
a un adicto a la morfina que se gana la vida practicando abortos, un fantasma
muy posesivo o una curandera mexicana con el don sanar a cualquiera con el poder de
sus manos pero que es incapaz de ver cicatrizar la herida que ella misma tiene
en una de sus muñecas.
Cierra este trío de ases, también a
mediados de septiembre, Bernard Malamud, quien en Los inquilinos dibuja un
ácido relato de los Estados Unidos en la década de los 50 a través de la lucha por la supervivencia de
dos escritores, el judío Harry Lasser y otro afroamericano llamado Willie Spearmint, quien en compañía de su
novia, la blanca Irene, se muda al mismo edificio que ocupa el primero y en el
que se van a desencadenar toda una serie de episodios que nos muestran la
problemática realidad urbana del Brooklyn natal de un autor que, además de
varios libros de relatos, escribió un total de siete novelas que le valieron
para ser considerado como uno de los maestros de la narrativa judía
estadounidense.
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