La rentrée ha venido y nadie sabe cómo ha sido (estaban de vacaciones, claro). |
Durante las
últimas dos o tres semanas nos hemos hartado en El librófago de hablar de la
dichosa rentrée. Claro, dirán algunos: es que es ese precisamente el tiempo que
llevan elaborando este blog. Vale, de acuerdo, aunque hubiéramos querido, no
podríamos podido hacerlo durante más tiempo. Pero eso es una mera casualidad y no le resta valor a la constatación de que éste es un fenómeno que sucede con puntual reiteración -incluso motivando algún que otro chistecillo no siempre bienintencionado- cada año
coincidiendo con el regreso de las vacaciones o el comienzo de un nuevo curso
escolar. Todavía diría más. El que El librófago haya estado a pie de estante mientras los demás hundían sus plantas sobre la muelle arena merece que se le conceda cierto crédito. ¿O no? ... Mejor, no contesten.
Sin embargo, a pesar de
hayamos utilizado hasta la saciedad esta expresión francesa con la que aludimos
al lanzamiento al unísono de un nuevo surtido de novedades por parte de las
editoriales, a pesar de que ya hemos tenido la oportunidad de leer en los
principales periódicos cuáles son las grandes (ya no, en realidad) sorpresas
que nos depara el otoño (los consabidos Murakami, Auster, DeLillo, and so on…),
distamos mucho aún de conocer la amplia oferta de sugerentes posibilidades que
el sector –sector que no atraviesa tampoco por su mejor momento, por no hacer aquí
un alarde de originalidad- brinda a ese lector al que el ranking de la librería
de su centro comercial –convertido en una especie de cama redonda gracias a E.L.
James- no llega del todo a saciar. Inconformista que es la gente. ¡Con la que está cayendo!
Es lo que sucede
con demasiada frecuencia con algunas editoriales más modestas, como, sin ir más
lejos, la que nos ocupa. Sellos de esmerada dedicación a los que la producción industrial, y no porque
no quisieran vender más, por supuesto, les suena más a ciencia ficción que
a teoría económica, lo que no les impide atender puntualmente el compromiso que tienen con su profesión y con su público.
Cinco novedades,
de tres autores, y en dos idiomas, son las que ha dado a conocer hasta el
momento el sello Milrazones para inaugurar la temporada, empezando por Pax,
obra del policefático investigador Andrés Ginestet, quien
firma aquí un libro de artista, que conjuga texto con imágenes para transmitir una
visión muy personal, completamente original y novedosa, de la violencia y de cómo
evitarla. A este título le sigue la primera entrega de las memorias de
Kepa Murua, que lleva por título Los pasos inciertos. Memorias de un poeta
metido a editor, una obra en el que el escritor de Zarautz, responsable de en
torno a una veintena de libros, además de un infinidad de artículos, repasa su
trayectoria como editor en Bassarai, empresa fundada en 1996 en Vitoria, que
publicó más de 160 libros en los quince años que estuvo abierta y que le
permitió atesorar una visión personalísima pero muy amplia de la vida cultural
y literaria del periodo.
Por su parte, el
tercer nombre que sumar a los anteriores es el de Chris Haughton, ilustrador irlandés viejo
conocido de la editorial al resultar su primer libro, Un poco perdido, un
deslumbrante éxito mundial cuya versión en castellano abrió
la colección que Milrazones mantiene bajo la dirección de Pepa Montano. La
misma chispa de su debut, volcado ahora al catalán bajo el título de Una mica
perdut, vuelve en las aventuras de un perro que cede a la tentación en ¡Oh no,
Lucas! y ¡Oh no, Charlie!
No hay comentarios:
Publicar un comentario