Medusa.
Ricardo Menéndez Salmón.
Seix Barral. Col. Biblioteca Breve.
Rústica con solapas. 13,3 x 23 cm.
160 páginas.
Ricardo Menéndez Salmón
(Gijón, 1971) acaba de sacar novela y, por lo que hemos podido conocer, por lo que adivinamos en el título y por lo que creemos saber a estas alturas de un nombre más que consagrado de nuestras letras –bendita
previsibilidad-, las grandes claves de su narrativa no van a estar ausentes de
Medusa, una obra en la que vuelve a preguntarse por nuestra responsabilidad
ante las hecatombes de la Historia intentando medir qué poder posee el arte
para enfrentarse a esos abismos. Desde luego, si nos atenemos a la multitudinaria
y esperada charla que sobre el libro mantuvo este pasado martes el autor con el
también escritor Moisés Mori en la ovetense librería Cervantes, no cabe
imaginar que su visión se haya transformado notablemente –en todo caso,
aguzado- en los últimos tiempos.
Que “el arte es una batalla perdida
contra el tiempo”, y que el artista, sin
renunciar a un legítimo afán de trascendencia, debe acercarse –como Tarkovski,
al que mencionó expresamente, según recoge la crónica
del evento publicada en La Nueva España - a la “invisibilidad”, son ya constantes
de la visión del mundo del autor, que ha querido canalizar, en este caso, a través de la
biografía de un artista singular fascinado desde niño por el mal y el horror
que le muestran las imágenes a las que dedicará
su vida.
Obsesionado con la desaparición y la invisibilidad,
este Prohaska cineasta, fotógrafo y pintor es un hombre paradójico del que no
se conserva una sola imagen (ni es descrito en ningún momento por el autor),
pero que sin embargo parece haberlo visto todo, un artista que nos obliga a
preguntarnos, por un lado, si se puede vivir sin ideología y, por otro,
enfrentado a la crueldad y la vergüenza que nutren el siglo XX –y a la que él
mismo contribuye como propagandista del régimen nazi-, si es posible mirar, en
palabras de Menéndez Salmón, como “un dios epicúreo”, como “un burócrata de la
realidad”, esto es, con impunidad.
Desde Seix Barral
apuntan a que si La ofensa era la historia de un hombre que decide dejar de
mirar, Medusa es la historia de un hombre que se propone hacerlo hasta el
final; que si La luz es más antigua que el amor nos hablaba del aspecto
consolador del arte, Medusa nos habla del carácter ambiguo, problemático y a
menudo perverso de la experiencia estética. Y a pesar de ser cosas todas éstas
que suelen quedar muy bien en las cubiertas de los libros (de acuerdo, y en las
entradas de los blogs), en este caso algo nos dice que va a ser verdad.
Desde luego, nos encontramos ante uno de
los libros del otoño, algo que pudiendo también ser un lugar común, seguramente
no lo sea tampoco. Seguiremos informando.
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