Pensar
desde la izquierda
Mapa del pensamiento crítico para un
tiempo de crisis
Agamben, Rancière, Badiou, Neyrat, Jappe, Žižek, Balibar, Negri, Hardt, Hallward, Bensaïd, Toscano, Mouffe.
Agamben, Rancière, Badiou, Neyrat, Jappe, Žižek, Balibar, Negri, Hardt, Hallward, Bensaïd, Toscano, Mouffe.
Traducción: Javier Palacio Tauste, Irene
Rodríguez de Soto, Claudia Scrimieri Rodríguez, Antonio Fornet Vivancos,
Olimpia Grajales Abellán
Errata Naturae. Col: La muchacha de dos
cabezas.
Formato: 14× 21,5.
400 páginas.
PVP: 22,90 €
Formato: 14× 21,5.
400 páginas.
PVP: 22,90 €
Fecha de publicación: 29 de octubre de
2012.
En un momento del documental Marx Reloaded, el filósofo esloveno Slavoj Žižek señalaba, no
demasiado hiperbólicamente pese a lo que pudiera traslucir una afirmación de este calado, una de las más amargas realidades que pueblan el corazón del mundo
del trabajo, aunque trasciende naturalmente este ámbito, en nuestros días.
Decía Žižek, con su efusividad característica, que da la impresión que ese proletariado que ya no se corresponde con la vieja clase obrera más que elevar su voz para
pedir justicia social o exigir el advenimiento de una revolución liberadora, lo
que hace ahora es limitarse a clamar por “trabajar donde podamos ser explotados normalmente”.
Si esta evidencia no encierra la victoria
definitiva del capitalismo, la derrota total de la izquierda después de que
Mayo del 68 supusiera el último gran movimiento de insubordinación frente a la
lógica de la explotación que cabalga el neoliberalismo en nuestra época, que
baje Marx y lo vea. El repliegue masivo de la izquierda, la incapacidad de la
socialdemocracia para oponer políticas capaces de contener el desmantelamiento
del Estado del Bienestar alumbrado tras el final de la II Guerra Mundial, la
relegación del posmarxismo y demás corrientes alternativas a los bizantinos márgenes
de la reflexión política, la estigmatización del socialismo a tenor de la perversa institucionalización llevada
a cabo por los regímenes comunistas a lo largo del pasado siglo, parecerían de
este modo haber dejado el terreno libre, fin
de la Historia mediante, a la voracidad del mercado, amparado cuando no
directamente favorecido por unos estados que, paradójicamente, sin renunciar a
jugar un papel crucial, han “intervenido” precisamente en los últimos tiempos
para garantizar los privilegios de las élites al tiempo que hipotecaban el
bienestar de la mayoría, otra hiriente contradicción cuando no directamente una
sangrienta burla, en aras de la escatológica llegada de un mundo mejor… “si nos
portamos bien”.
Sin embargo, algunos se resisten a que la
rendición sea total y definitiva. Por un lado, miles de personas en todo el
mundo han vuelto a las calles en los principales países occidentales para
reclamar justicia social, exigiendo que los derechos larga y duramente
conquistados no les sean arrebatados, alzando sus pancartas para manifestar su
rechazo a la forma en la que sus no-representantes les están haciendo pagar la
factura de una crisis que consideran no han causado. Por otra parte, los pensadores de una plural,
heterogénea y periférica izquierda han visto cómo algunas de sus tesis se
revitalizaban, cobraban vigencia, volvían a interesar a aquella creciente parte
de la ciudadanía que siente que sus posibilidades de alcanzar una vida
mínimamente digna, cuando no de acariciar la mera supervivencia, están lejos de ser garantizadas
dentro del actual orden de cosas. De este modo, pese a que la capacidad del
enemigo para esquivar las balas –por seguir utilizando el imaginario de Matrix– se ha multiplicado
exponencialmente y a que muchas de las tesis tradicionales encuentran difícil
acomodo ante la irrupción del conocimiento como un factor central de la
producción de riquezas, muchos han vuelto a mirar a Marx en busca de
respuestas. Sólo en los últimos días el lector en español ha visto cómo han
llegado a las librerías títulos como la antología Marx. El arma de la crítica, la reedición de La sagrada familia, célebre respuesta de Marx y Engels a Bruno
Bauer, o la obra Guerra y emancipación,
que recoge la correspondencia entre el padre del materialismo científico y
Abraham Lincoln, entre otras muchas obras llamadas a revisar el legado del
autor de El capital.
En esta misma línea de revisión crítica de
las “prácticas hegemónicas” vigentes, por utilizar una expresión cara a Laclau
y Moffe, dos de los pensadores convocados, y de rearme teórico pueden
inscribirse libros como el que el pasado otoño publicó Errata Naturae bajo el
título Pensar desde la izquierda. Mapa
del pensamiento crítico para un tiempo en crisis, en el que la sombra de
Marx se convierte en inexcusable y explícita referencia desde la misma portada,
en la que el ilustrador habitual del sello, David Sánchez, nos presenta al
pensador portando entre sus manos una máscara de Anonymous y un periódico en
cuya cabecera puede leerse la leyenda: Marx
is back.
La obra, en cuestión, traducción del
título publicado originalmente en Francia un año antes por Éditions Amsterdam,
recoge una serie de materiales diversos (de ahí que la elección de “mapa” para
definir el contenido sea más que adecuada) aunque recientes y por lo tanto colindantes
con el estallido de la actual crisis económica, firmados por una nutrida y
representativa selección de filósofos, sociólogos e investigadores que, a veces
siguiendo caminos propios, en ocasiones a través de una colaboración que les
lleva, como se demuestra a lo largo del libro, a establecer un fecundo diálogo,
incluso por medio igualmente de la disputa y la crítica abierta –como en la descarnada
reseña que realiza Marc Saint-Upéry del libro Hegemonía y estrategia socialista de Laclau y Mouffe– procuran
desde sus respectivos posicionamientos levantar un dique frente al
neoliberalismo triunfante, proponiendo diferentes maneras de explicar el
presente y proyectar desde la izquierda un futuro partiendo de la propia
“necesidad cívica de la sublevación”, por utilizar el título del texto que
firma Étienne Balibar.
Un fragmento de “La sociedad civil, ¿al
asalto del capital?” de Thomas Coutrot podría condensar con bastante nitidez
una de las claves que recorre el libro: “Si no consiguen convertir en regla
general las iniciativas sociales portadoras de resistencia y emancipación
frente a las lógicas dominantes, capitalistas y productivistas, las fuerzas
progresistas dejarán el campo libre al poder para instrumentalizar la
desesperación”. Es en este sentido en el que podríamos afirmar que quienes aquí
se dan cita, aunque a veces sus enfoques difieran notablemente tanto en el
análisis como, en aquellos casos en los que van más allá de la reflexión
teórica, en su materialización práctica (aunque la “disociación” entre ambas
esferas viene de largo siendo evidente), son en
sentido camusiano –y soy consciente de que esta es una píldora que algunos tragarían con suma dificultad–, hombres y mujeres rebeldes, personas que dicen no, pero que al negar no
renuncian, “diciendo que sí desde su primer movimiento”.
Ese “no” nace en muchos casos, como se
pone de manifiesto en “Pensar la globalización neoliberal”, primera de las tres
partes en las que se ha dividido el volumen (las otras son “Crítica del
trabajo, crítica del capitalismo, producción de lo común” y “¿Ha dicho
posmarxismo?”), de la urgente tarea explicitada por el sociólogo Christian
Laval de “comprender los mecanismos por los cuales las ideas y políticas de
inspiración neoliberal han llegado a ser preponderantes en los países
occidentales”. A partir del proceso de
“desdemocratización”, término acuñado por la politóloga Wendy Brown, iniciado
en Estados Unidos, vamos asistiendo a la eliminación del sujeto democrático que
fue el referente de la democracia liberal, de ese “ciudadano que, junto a otros
ciudadanos iguales en derechos, expresaba cierta voluntad común, determinaba
con su voto las decisiones colectivas y definía lo que había de ser el bien
público, para verse reemplazado por el sujeto individual, calculador,
consumidor y emprendedor, que persigue finalidades exclusivamente privadas en
un marco general de reglas que organizan la competencia entre todos los
individuos”.
La disolución de todo criterio moral y
político en las “gélidas aguas del cálculo egoísta” anunciado por Marx hace
siglo y medio, se convertiría así en un criterio de la máxima actualidad a la hora
de denunciar cómo la moralidad política se desvanece dejando que su lugar sea
ocupado por el “cinismo generalizado”, por una “normativa política y moral
apolítica y amoral”. Este regreso a una
especie de hobbesiano estado de guerra de todos contra todos no podría
sostenerse, sin embargo, sin aplicar una serie de medidas que garantizaran la
estabilidad y la prosperidad (para unos pocos) del sistema. Pero como en la
célebre fábula de Huxley, no será por medio de la violencia física, de la
coacción abierta, como se consiga mantener el control de una sociedad en la que
las diferencias entre clases se encuentran a la vista de todos. En la sociedad
posindustrial avanzada más bien, se trataría, como en la novela, de hacerle
creer al ciudadano que todo lo que sucede es por su bien, de robarle el
consentimiento y escamotearle su libertad –como señala Giorgio Agamben en la
entrevista que recoge el libro– “sin que se dé cuenta”. “¿Puede considerarse libre –se pregunta el
filósofo italiano– quien pasea por un espacio continuamente vigilado?” Su
respuesta es contundente. La claudicación de los medios de comunicación, el
declive la cultura jurídica, la reducción de la política a lo gubernamental y
el reinado de lo económico nos han conducido a un escenario en el que el estado
de excepción se ha convertido prácticamente en estado de hecho.
El ciudadano actual se dibuja así como un
ser competitivo, amante de su servidumbre, que se mueve en un territorio
generalmente hostil al socaire de la lógica de una implacable dominación. Con
sus libertades y derechos sociales e individuales amenazados, con el escenario
de un cataclismo medioambiental cerniéndose sobre su cabeza, incapaz de
encontrar en la política convencional –que termina convertida en un vulgar
remedo del viejo parlamentarismo burgués– soluciones a los males que le
atormentan y sin posibilidad de vislumbrar un horizonte emancipador al fondo,
pareciera que se encuentra ante un callejón sin salida. Sin embargo, se da una
constante en el libro, la creencia en que no todo está perdido. “Si bien
estamos atrapados –dice Antonio Negri– en el esclavismo capitalista, somos
rebeldes, fugitivos. Ser móviles, inteligentes, poseer lenguajes, ser capaces
de la libertad no es un don natural. Es una potencia, el producto de una
resistencia creativa”.
¿Una vuelta a la utopía? Algo de eso hay cuando el
pensador comunista nos sugiere que hay que empezar a aplicar formas
alternativas de organización que se encarnen en “nuevas formas de mutualismo y
propuestas de organización alternativas al trabajo, alternativas al sistema
salarial”. Y aunque Negri insista en que no son discursos proudhonianos, es
casi inevitable considerar tales propuestas como una actualización –que
incorpora ya el trabajo cognitivo en su marco teórico– de un socialismo que
procura integrar elementos anarquistas y comunistas en aras de la necesaria y
inaplazable revolución social. Revolución que no está llamada a ser una
“explotación súbita” –en ningún momento se explicita la llamada a una
insurrección violenta– sino una “construcción”. En esta línea se movería también otro
destacado pensador contemporáneo, colaborador del anterior, Michael Hardt, quien
partiendo del papel dominante que la “producción inmaterial y biopolítica”
desempeña actualmente al sustituir a la industrial, antaño hegemónica, y
basándose en planteamientos que distan de ser “anti-Estado” trata de responder
a la cuestión de cómo es posible inventar un sistema que permita a la gente
gobernarse colectivamente por sí misma, apuntando a ejemplos inspiradores como
el de la experiencia zapatista.
Las nuevas topografías del capitalismo, la
crítica a la teoría económica neoclásica, la construcción de espacios
programados para la producción, las dimensiones culturales de la globalización
y el papel que les corresponde desempeñar a las minorías, convertidas ya en
entes transnacionales, la irrupción de una “ecología difusa del terror y la
resistencia”, la atención a las teorías
del care, centradas en la manera en
la que ciertas personas cuidan de otras atendiendo a la dimensión moral del
asunto tanto como al carácter injusto de su distribución, la
instrumentalización del antitotalitarismo como enmienda a la totalidad del
socialismo durante la Guerra Fría y tras la caída del Muro, la plausibilidad de
la autogestión, la crítica de la crítica del espectáculo (Rancière) o, entre
otras muchas cuestiones directa o lateralmente abordadas, la propia reflexión
crítica sobre los aciertos y errores de los postulados de la izquierda, que no
escamotean la denuncia de su tendencia tautológica, son algunos otros de los
temas que se nutren una obra atravesada por el sincretismo y en cuyos textos
confluyen, entre otras muchas fuentes, desde el referente gramsciano, la
Escuela de Frankfurt, el posestructuralismo, el liberalismo radical, las ideas de Barthes o
Baudrillard, e incluso, como en el caso
de Frédéric Lordon, la recuperación de la Ética
de Spinoza, sobre un lecho más o menos espeso, según los casos –pues la
deuda es innegable en todos ellos, aun en aquellos en los que adopta la forma
de un ajuste de cuentas–, de marxismo “clásico”.
“Que sea largo el tiempo que nos separa
de una reestructuración operativa del socialismo –señala Razmig Keuyechan– no
impide que los discursos críticos proliferen”. Así, a través de la heterogénea cartografía
que conforma el volumen, que se torna especialmente pertinente en estos días –aunque
sus formulaciones vengan de largo y no estén abonados a la pura coyuntura
actual: no en vano la mayoría de los autores pertenece a la generación de
quienes se formaron intelectualmente bajo la égida
de Mayo del 68–, tendremos la ocasión de
constatar la riqueza, con frecuencia irreconciliable, de un pensamiento vivo de
la izquierda que trata de alzarse como un dique ante la preeminencia en la
sociedad actual de la influyente obra de autores como Popper, Hayek, Schumpeter, Friedman u
Oakeshott, y si bien no faltan quienes, desde planteamientos más conservadores,
apuntan a la necesidad de reformar el sistema erigiendo un “capitalismo virtuoso”, basado en la
innovación, la inclusión social y la visión a largo plazo, predominan aquellas visiones
que defienden, como Badiou, la revitalización del “comunismo”, entendido como
creación en común del destino colectivo, o que del mismo modo consideran
imprescindible y urgente “destruir el orden democrático liberal y construir un
nuevo orden partiendo de cero”, lo que desembocaría en la defensa del
antiestatismo libertario.
Lamentablemente, la diversidad de
criterios expuestos no nos permite encarar un escenario en el que simplemente
podamos elegir entre la pastilla azul y la roja: aunque sea Trotsky, como
simpáticamente nos proponen en el documental citado al inicio, quien nos las dé
a probar. Tampoco da la impresión de que estemos situados frente a un escenario en el que el mundo capitalista esté a punto de ser desenmascarado como una ilusión ideológica y vaya a ser inminentemente reemplazado por un sistema comunista. Podemos decir, más bien, que la pastilla roja es en realidad un
dispensario por el que resulta arduo moverse, donde dar con el
principio activo no parece sencillo, no digamos ya acertar con la posología adecuada, todo ello suponiendo que el paciente esté dispuesto a testar el tratamiento. Este hecho se ve favorecido
en el libro por la heterogeneidad de propuestas y enfoques que se nos presentan y que, al
lector le plantean además una dificultad añadida, toda vez que una parte
considerable de los textos que recoge Pensar
desde la izquierda son reseñas de otros títulos, lo que en cualquier caso se
ve compensado por la sensación de diálogo permanente –incrementada, además, por
la aparición de varias entrevistas– que recibe quien se adentra entre sus
páginas.
Más difícil de explicar, sin embargo, es
la sensación que puede llegar a producir la obra, especialmente teniendo en
cuenta que se trata de un título que trata de fijar críticamente el presente para proyectarse hacia el futuro. Será porque
contiene cierto aroma a aquellos libros de teoría política que entre finales de
los años sesenta y mediados de la década siguiente se publicaron por centenares
en nuestro país para abastecer la curiosidad de una población hambrienta de
respuestas; será porque ráfagas del 68 parecen acompañar al pasar de sus
páginas; tal vez sea por tratarse de un libro pergeñado en clave eminentemente
francesa; o porque servidor lo conecte de un modo inconsciente con aquel otro título con el que Errata
Naturae inauguró esta colección hace algunos años, dedicado en aquel caso al situacionismo. Tal
vez sea por el busto de Marx y por la sospecha de que también él ha pasado a
convertirse en “objeto cultural comercializable”, en mercancía. Pero, insisto,
aunque vaya en sentido radicalmente opuesto al que puedan haberle querido
imprimir sus editores (y, evidentemente, al propósito de los pensadores
incluidos), un penetrante olor a ¿cioranesca? nostalgia termina aflorando.
O tal vez, sencillamente, todo esto no
sea achacable sino al autor de estas líneas y a sus circunstancias. En cualquier caso, leánlo. Es una obra de calado, que mueve a la acción huyendo del habitual tono panfletario.
- Puede comprar Pensar desde la izquierda aquí.
Buena reseña. Lo leeré
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