No son buenos tiempos para la Cultura. Realmente no son buenos tiempo para casi nada y la inminente subida del IVA en el caso de España supone una seria amenaza para un sector, como es el del libro, que se encuentra en pleno proceso de reconversión, después de que el modelo tradicional de negocio comenzara a sufrir una progresiva transformación con la llegada de una serie de nuevas tecnologías y más concretamente, con la aparición del libro digital.
A los cambios operados hay que sumar la actual coyuntura económica, que parece sumir a esta industria en la más absoluta incertidumbre. Por si no fuera bastante, los índices de lectura no consiguen despegar y el modo en que los más jóvenes incorporan las nuevas formas de ocio no parece dar motivos para que crezcan notablemente las expectativas de editores, libreros y autores.
Aún así, y de manera casi paradójica, nuevos sellos siguen incorporándose, valiéndose de esa misma tecnología para renovar el sector con ingentes dosis de creatividad en un mercado que si bien parece concentrarse en las alturas, a nivel más próximo a la calle -no ya solo a través de iniciativas como el 'crowfounding' sino por medio de pequeños sellos y microempresas- parece multiplicar sus acciones, lo que si bien, amplía considerablemente la oferta y la posibilidad de abrir el abanico de opciones, corre el riesgo de disolverse en un centón de proyectos, algunos preñados de talento, pero condenados a una creciente atomización y, por lo tanto, a caer en la más desesperante indiferencia.
Tiempo habrá para evaluar el impacto de las actuales medidas políticas y de seguir las direcciones en que se mueve la industria cultural en los próximos tiempos. De momento, muchos de los implicados, además de con la lógica preocupación -que en casos deriva en verdadera angustia ante el incierto porvenir- tratan de tomárselo con humor, un ingrediente que pocas veces se muestra tan necesario como en períodos de incertidumbre. En otras épocas menos oscuras de nuestra historia reciente -el año 2008, sin ir más lejos-, hasta los dirigentes se permitían ponerle un poco de pimienta a la hora de intentar promover el fomento de la lectura. Hoy ya no da el presupuesto ni para eso. Al menos, de momento, el derecho a sonreír parece inalienable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario