Belleza
sin ley.
Juan Goytisolo.
Galaxia Gutenberg/Círculo de lectores.
160 páginas.
PVP: 18€.
Fecha de publicación: mayo de 2013.
En un artículo
publicado en marzo del pasado año en El
País, Juan Goytisolo
(Barcelona, 1931) cuestionaba con toda justicia las cómodas clasificaciones que
han instalado los manuales de la historia de la literatura europea al recurrir
a toda una serie de “sustantivos sonoros transmitidos de generación en
generación” para explicarnos por medio de contundentes esquemas el devenir del arte de la escritura en Occidente.
Estos ciclos abstractos llamados Prerrenacimiento,
Renacimiento, Barroco, Neoclasicismo, Romanticismo, Simbolismo, Modernismo,
etc., insistía el escritor español, pueden resultar verdaderamente confortables
para los autores de manuales o para los profesores de instituto que han de
poner ante sus alumnos el hecho literario pero en ningún caso alcanzarán a
explicar “la singularidad de las obras que hoy apreciamos en razón de su
modernidad atemporal”.
La
Celestina de Fernando de Rojas o Gargantúa y Pantagruel de Rabelais son sólo dos de
los muchos ejemplos que valdrían para echar tierra por esos afanes
reduccionistas y contra los que se rebelan innumerables documentos incapaces de
ser encajados en molde alguno. Situados “en tierra de nadie, extramuros de unos
conceptos altisonantes” este tipo de obras y autores son los que realmente
interesan al crítico y sobre los que se vuelca de manera preeminente su
atención en un libro de reciente publicación y que responde al mismo nombre dado
al artículo al que acabamos de aludir: Belleza
sin ley.
Lo que el autor de Señas de identidad llama “el árbol frondoso de la literatura” viene
a nuestro encuentro en esta compilación de textos en los que Goytisolo nos
invita a compartir su visión acerca de escritores como Broch, Bulgákov, Gógol o
Biely, nos descubre nuevos aspectos dentro de la relación vida /literatura que
sostuvieron autores como Céline y Quevedo, o nos propone recuperar obras
clásicas como Jacques el fatalista de
Diderot. El elogio de la actitud ética de un Cernuda –de cuya muerte en el
exilio se cumplen, por cierto, en este 2013 cincuenta años– el repaso de las
relaciones entre literatura y poder a través, por ejemplo, de la persecución
inquisitorial a la que fueron sometidos escritores como Bábel o Mandelstam, o
la parada en libros de autores contemporáneos como Sánchez Robayna o Ridao
suponen otras tantas estaciones de una obra breve pero densa que sigue
ensanchando esa trayectoria como ensayista –la narrativa afirmó el pasado año
haberla abandonado de forma definitiva– de este autor barcelonés afincado en
Marruecos y dentro de la que se inscriben libros como Problemas de la novela, España
y los españoles, Contra las sagradas
formas, o Genet en el Raval,
entre otros.
Más allá de la oportunidad que este libro
nos brinda de participar de la heterodoxa mirada del Goytisolo lector, de
manera complementaria el título nos ofrece también la ocasión de asistir a la
exposición de algunos de los principales postulados estéticos de uno de los
grandes escritores españoles de la segunda mitad del siglo XX y probablemente
el más reconocido de los últimos años dentro y fuera nuestras fronteras. A este
respecto, recordamos ahora cómo a la hora de abordar el futuro de la novela,
tema otra vez de candente actualidad y sobre el que su hermano Luis reflexiona,
parece ser que de forma más sombría, en el libro merecedor del último Premio
Anagrama de Ensayo, el autor de Belleza
sin ley escribía hace algo más de un año:
“En los últimos diez años, la incesante renovación de las tecnologías de punta tampoco anuncia el fin de ésta: muy al contrario, la induce a adoptar formas nuevas en las que Internet, los móviles y las redes sociales desempeñan un importante papel. El valor de la actual narrativa dependerá en último extremo de la profundidad y sentido artístico de quienes la crean. Habrá como siempre inventores de originalidad irreductible y otros que se limitarán a seguir la corriente sin aportar elementos innovadores como sucedió tras la irrupción del cine. Las necrológicas fatalistas me parecen fuera de lugar y a ellas se aplica el refrán: “Los muertos que vos matáis gozan de buena salud”. Mas para eso habrá que resistir a la ubicua cultura del entretenimiento, al zapeo mental y a la creciente insatisfacción de la sociedad con la conciencia de navegar a contracorriente, como fue ayer, es hoy y lo será mañana.”
Resistencia, pues, y metamorfosis, para
que la novela no sólo subsista, sino por qué no, alimentada de la mejor poesía
como antídoto para evitar “esa prosa zurcida y llena de frases hechas que tanto
abunda en el universo mediático de las superventas”, pueda incluso rebrotar con
mayor fuerza.
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