viernes, 10 de mayo de 2013

Tusquets publica ‘Diario de guerra (1914-1918)’ de Ernst Jünger, la descarnada visión desde la trinchera de un soldado llamado a convertirse en uno de los más admirados y polémicos pensadores de su tiempo



Diario de guerra (1914-1918).
Ernst Jünger.
Edición a cargo de Helmuth Kiesel.
Traducción de Carmen Gauger.
Tusquets Editores.
672 páginas.
Fecha de publicación: mayo de 2013.
PVP: 25€.

Ernst Jünger (Heidelberg, 1895- Wilflingen, 1998) tenía sólo diecinueve años cuando, movido por su sed de peligros y aventuras –sólo un año antes se había alistado en la Legión extranjera, en la que permaneció seis semanas antes de que la intervención paterna desbaratara sus planes–, cruzó la frontera de Luxemburgo en calidad de voluntario del 73º Regimiento de Fusileros, para entrar poco tiempo después en combate. Desde entonces, diciembre del año 14, y casi a diario, relató en quince cuadernos su participación en una contienda que diezmaría a una generación entera y en la que no escatima detalles escabrosos, de un realismo atroz que nos permiten asomarnos, ya desde las primeras líneas, a un infierno de poblaciones arrasadas, heridos abandonados a su suerte, compañeros desventrados, en definitiva, al caos que siembra una verdadera máquina de devastación cuando es activada. La dureza de la vida en las trincheras, el peligro de las incursiones nocturnas para capturar prisioneros o las ocasiones en que escapa de la muerte, agazapado en el cráter de un obús, forman parte también de sus más estremecedores apuntes, como refleja este de enero de 1915:
“Escribo esto en un hoyo muy avanzado cavado en la tierra, a unos | 150 m de la trinchera enemiga. De vez en cuando pasa silbando casi rozándonos un proyectil enemigo o amigo. Por desgracia no vemos por aquí a ningún franchute, si no, podríamos disparar también nosotros. La artillería del fuerte dispara contra Orainville y nuestra artillería contra una aldea situada en lo alto y de la que ya sube un humo negro. A todo lo más 80 m de nosotros yacen unos 6-8 franceses muertos, que están ahí desde hace ya unos dos meses. Los miembros esparrancados en el pantalón rojo y en los capotes azules tienen un aspecto extraño; con mis prismáticos echo de ver el color de putrefacción, ceniciento, casi negro, del rostro de uno de ellos.”
Acompañados por los numerosos dibujos realizados por el propio autor, y por mapas y esquemas de las zonas de combate mencionadas, estos diarios, que permanecieron inéditos hasta 2010, suponiendo su publicación en Alemania todo un acontecimiento editorial, describen la atroz realidad de la guerra, a veces con la fría curiosidad de un entomólogo, con enorme crudeza, al tiempo que nos descubren a un Jünger muchas veces hastiado del conflicto y de la incompetencia de sus superiores, pero también orgulloso de las heridas que recibió y de las condecoraciones obtenidas, como la prestigiosa Pour le Mérite: no en vano, fue el último ganador este distintivo y la persona más joven en recibir la preciada condecoración.

Anotado y comentado por Helmuth Kiesel, profesor de literatura alemana y experto en la obra de Jünger, Diario de Guerra (1914-1918) llega ahora al lector en español de la mano de Tusquets a través de la traducción de Carmen Gauger, para mostrarnos una faceta tremendamente relevante para comprender la personalidad de un autor cuya obra literaria y ensayística, de la que destacan títulos como La concha de oro, Visita a Godenholm o Eumeswill le convertirían en uno de los testigos más penetrantes, singulares y controvertidos de nuestra época.

Sobre este último punto no está de más recordar que pese a que sus Tempestades de acero, obra que le dio gran fama y donde recoge parte de sus recuerdos sobre el conflicto, constituye un canto a la guerra en cuanto experiencia interior, al tener noticias a principios de la década del 40 de la exterminación progresiva de los judíos, llegó a escribir: “El uniforme, las condecoraciones y el brillo de las armas, que tanto he amado, me producen repugnancia”

Jünger, el psiconauta de los años 50, murió en Wilflingen en 1998, poco antes de cumplir los 103 años de edad y al poco de convertirse al catolicismo.

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